lunes, 31 de enero de 2011

TOCO EL VACÍO

ESCRIBO acerca de la muerte
Estoy muerta pero en vida
Estoy tendida en el piso desangrándome

Cantaré la canción de los condenados.
Quisiera verte, solo verte
Volverme invisible y curarte por medio de poesía

Aúllo,
me estoy muriendo,
aúllo.

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Encontré a mi abuela en una fotografía de la Castañeda, estaba rapada, en cuclillas, su mirada era triste, sus ropas blancas hablaban de su virginidad adolorida. Dicen que ella escribía historias y leía a los clásicos, por eso estaba ahí. Le gustaba la modernidad, a todos los demás les asustaba, le gustaba ir al cine, al teatro; tenía dinero. Mi abuela era hacendada. Dicen que todo aquel que tuviera entendimiento con la modernidad estaba loco, dicen también que en la Castañeda se comenzó a hacer hidroterapia; a ella eso le gustaba. Mi abuela escribía cartas a sus hermanas, mi madre recuerda algunas. En ella hablaba de los deportes que se practicaban ahí y de los oficios, como la costura. Estuvo un tiempo solamente, pero ahí conoció a mi abuelo; él era un filósofo empedernido, decadente y nihilista.
Antes se creía que los filósofos curaban la locura. Mi abuelo dibujaba paisajes existentes pero no conocidos, en su mirada se veían historias jamás contadas.
A mi abuela le gustaba el agua, las tinas, las regaderas. Tal vez por eso a mí me gustan los lugares viejos, las paredes marchitas, los fierros añejos y los edificios antiguos. Puedo ser sirena o pez si me lo propongo. También me gusta el agua y las tinas viejas. Cada vez que llego a un lugar busco los cuentos escondidos en las paredes y en los balcones, no me quejo del olor a viejo, de las costras en los muros, de los murmullos dentro de los cuartos.
En el Manicomio de San Hipólito había un café, me gustaba ir, encontraba fábulas que me contaba la fuente redonda y monumental que estaba a la entrada, en pleno centro del recinto. Aún había marcas de las camas que yacían en los pasillos. Todo indicaba que un lugar así me esperaba para dentro de unos años.
Me hubiera gustado conocer a mi abuela, que me contara de ese lugar llamado la Castañeda, del que se decían tantas cosas, del hacinamiento, del hambre, de los gritos, del poder mal entendido. Ahora sólo veo fotografías de ella y de sus compañeros, todos rapados, todos con ropa blanca enmugrecida, manchada de años y de golpes. Miradas que dicen más que cualquier tragedia clásica. Arrugas inmersas en la piel, patios sacudidos por el tiempo y edificios llenos de almas perdidas.
Gracias a mi abuelo, que fungía como médico, ella salió, porque en realidad ella no estaba loca, sin embargo, en la familia se dice que ella, realmente enloqueció cuando perdió su hacienda y dejó de ser una mujer rica, se quedó con nada, en la calle, tiempo para el cual mi abuelo ya había muerto. Desde entonces se habla que en la familia está el gen de la locura. Supongo que el gen no, pero sí el miedo a no tener dinero, a terminar en la calle, al menos mi madre enloquece si no tiene un centavo; pero yo, qué puedo decir, mi oficio es el de escribir y por lo tanto vivo en la pobreza y aún no enloquezco. Tengo crisis de ansiedad, pero aún no enloquezco…


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Gardenia era un travesti decadente, bailaba con peluca vieja y rosa, eran claras sus canas y sus arrugas y su piel marchita, eran claros también los años mal vividos en su rostro y en su cuerpo, ya no más drogas, ya no más marcas del tiempo, ya no más heridas en el corazón. Ser travesti para ella era ser otra, tener la oportunidad de ser otra con otro cuerpo y con otros recuerdos, con otros personajes en medio del cuerpo y del culo. Bailar, bailar, bailar, era lo que más hacía, ya lo hacía sola en medio de la pista, ningún joven adonis quería acercársele porque daba miedo la seguridad en sus pasos y en sus rugosidades. La decadencia entre sus piernas se observaba a metros y la futura muerte sin no ser estaba cerca. La carroña de su vida era su única compañía, sus pelucas baratas y sus tacones viejos hablaban por hablar. Su soledad posmoderna era tan cercana a la locura que el manicomio le esperaba cada madrugada. Ella y su baile en medio de la pista era lo único que tenia, una vuelta y otra y otra más, ella y la música eran una, ella y el canto eran otra, ella y los gritos de los tambores eran una más, para qué salirse de lo establecido dentro de la pista si podía volar en ella.
En ocasiones se le acercaba algún pequeño adonis sólo para divertirse, pero Gardenia evadía el acercamiento para no enamorarse, a pesar de todo aún había la posibilidad de ello, siempre le gustaba la belleza porque había perdido la suya hace mucho tiempo. Gardenia miraba las estrellas nocturnas y lloraba, su soledad se había ido con otra hace mucho, sólo le quedaba su sombra que incluso en ocasiones la engañaba. Estrella bailaba, y besaba su muerte tendida en una cama hostil de un hotel de paso, sola estaba, incluso ya era un lugar común decir su nombre por debajo de la tierra, ya nadie la esperaba, ni la muerte.

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LA BROMA NO EXISTE, todo se dice en serio, comentaba Freud. Te diré entonces que tu cuerpo no me gusta, me gusta sólo tu risa, tu carcajada, no tu máscara, no tus ojos, no tus piernas ni tu vientre.
Todo es cierto.
Tu risa es maravillosa, tu risa casi enigmática, tu comisura, tus labios extendiéndose para reír, para mostrar la felicidad aparente, esa que no puedo entender ni realizar. Esa felicidad del no ser, de la barata vida, de la broma insulsa y diminuta.
Te ríes del dolor ajeno, del enano espantoso que llamas amigo. Reírse del otro es lo que haces como todos.
¿Qué esperas de mí?
Me repugnas con tu cuerpo y tu cara, que con el tiempo se harán monstruosos.
Soy para ti, como los demás, un desvarío más. Pero tu risa, tu risa es un rezo independiente. Esa tu risa, canto, apertura, opereta, adagio, jazz, tango, no estruendo, trova, risa hecha palabra, palabra hecha poesía, poesía hecha canto.
Paso por el Río Sena y tu risa crea otro paisaje, paisaje emblemático para París. Cuba sigue sólo por tu risa, México vive en torno a tu risa, muere lentamente, vive para tu risa.
Wagner tuvo que sentir tu risa para tocar de tal forma, para Vang Gogh existías en sus girasoles que observaban tu risa mientras fueron pintados, Picasso trastocó todo lo que pintaba excepto tu risa. No había tregua entre tu sonrisa y el arte.
El vagabundo regresa a la calle después de sentir tu risa, sabe que con eso sigue sobreviviendo, el borracho sigue tomando mientras delinea tu risa, ella le da vida y significado a su copa llena de vacío y de compañía. Tu risa me responde, me pregunta y me significa. Ella lo es todo, yo soy nada, soy vacío, soy oscuridad, miedo e injusticia, sólo tu risa dice mi nombre y lo convierte en poema.


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Ella baila,

Él le habla al oído.

Otro dice qué mujer sigue en la pista.

La noche como certera vigilante, la cantina como único capullo de la ciudad. Ella sigue bailando con un desconocido y cualquiera, le dice cosas que ella olvida, inclusive ni escucha, la música se difunde por el capullo enrojecido por las luces opacas. Llega otro hombre, observa, otra mujer atiende la mesa, él pasa su mano por sus nalgas semi descubiertas, ella sonríe, él la acaricia, ella va por un trago y él la invita, platican de nada para eliminar la soledad plasmada en los ojos de todos. Llega otro, sólo observa, toma un trago, no acepta a ninguna mujer en su mesa, sólo calla, llora en silencio y calla.
Otra ella toma un trago y cruza las piernas, las muestra como su mejor trofeo. La música sigue, murmura en los oídos de todos, pasa por las mesas llenas de alcohol y de pesadumbre.
Llegan más al capullo dentro de la noche, las mujeres atienden al desierto plasmado en los cuerpos de todos. El rojo grita en el capullo, en los baños se escucha el susurro de hombres y mujeres citadinos. En la barra hombres que aúllan por su destierro y su melancolía acallada, vociferan su nada y ésta sale por debajo de los poros para atropellar a los comensales. La música continúa, la nada es todo, el llanto de todos se une e inunda el capullo rojizo.
Ella deja de bailar, se sienta, calla, sonríe con otro él y éste la invita a bailar, le canta al oído su nostalgia, ella sonríe, no escuchó, pero sigue bailando. No reconocen la soledad del otro, sólo la tocan sin ser vistos.
La droga circula sutilmente por el capullo, el alcohol invade las venas y las neuronas electrizantes de todos. El cantinero habla, sigue la plática del desterrado y del que vocifera, sirve un trago y otro y otro más. Llegan los amantes, bailan, las luces juegan por la pista, la música sigue y hace bailar a los sueños de algunos. Algunos hablan y otros callan, otros llueven y moribundos andan por el capullo con su trago en mano. En los baños la rutina vive, llegan se suben la falda, se bajan los calzones, se sientan, la orina cae, el papel hace lo suyo, se levantan, los calzones regresan a su lugar, la falda cae, poco, pero cae…
Regresan al capullo rojizo en medio de la noche, los perros ladran, pocos coches se escuchan, el sonido de la media luna se esfuma, algunos ellos salen, fuman, ríen, regresan; ellas esperan…
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Sentado estoy en el rincón de una cantina, tomo un tequila doble, llega al estómago, éste lo resiente, es lumbre, fuego, se siente caliente cada partícula, cada célula del cuerpo, el segundo tequila, el tercero, empieza el cosquilleo en las manos, en el cuerpo, la melancolía me invade, el mariachi llega, ya tengo el brío suficiente para cantarle a ella, la que se fue, la que me dejó sentado en este mismo rincón, adolorido y borracho, se fue, no pude convencerla de lo contrario, canto y mientras lo hago a voz en grito, todos sonríen, cantan conmigo, José Alfredo me acompaña, ya no estoy solo, el sonido de mi soledad me acompaña, me balanceo entre dos mesas, tiro un vaso, mis neuronas ya están entorpecidas y provocan que mi cuerpo ya no responda de la misma forma, llega más gente, me callo, me dirijo hacia la barra, llego con el cantinero, le pido un tequila doble, me atiende, callo, observo a la gente, la cantina está casi llena, hablo con el que me atiende, el cantinero que todo lo sabe y habla de nada. Las mujeres siempre pagan mal, le digo, él sonríe, ellas son unas cabronas, pero lo que uno les da nadie más se los dará, el mismo José Alfredo lo decía, ella volverá, lo sé. Son unas malagradecidas, y provocan que aquí este uno tomando sus penas, por ellas, el cantinero asiente, sigue atendiendo, pido otro tequila, no me has visto cantar el Rey, ¿verdad? Nadie dice nada, le pago al mariachi para que toque el Rey, esa canción siempre me hace sentir mejor, definitivamente me siento superior al cantarla. Comienzo, a media canción, me levanto, me balanceo, me detengo en la barra, sigo cantando, termino, les pago, pido otro igual, sigo hablando con el cantinero de no sé qué cosa, él asiente como siempre y sonríe, me sirve otra sin pedirlo, pido otra canción, los caminos de Guanajuato, esa siempre me llega porque mi niñez la pasé en Guanajuato, al venir a la ciudad todo cambió, todo fue diferente y mi soledad comenzó, luego, la conocí. Comienzo a cantar, el balanceo continua, no termino la canción, uno de los mariachis me lleva a la mesa, me llevan otro tequila, pido otra canción, llega el mesero y me da la cuenta, busco insistentemente en mis bolsillos, le doy todo lo que tengo. Le falta, me dice, ya no hay nada le digo y sonrío, me toma del brazo, me lleva a la puerta, forcejeamos, termino en el suelo, me levantan. Sigo siendo el rey, murmuro, nadie sigue la canción conmigo, todos me observan, el mesero insiste, llega más gente para sacarme de la cantina, lo logran, termino en la banqueta susurrando la canción que me hace sentir grande y el mejor…y sigo siendo el rey…
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Estoy entre las nalgas de una mujer y los senos de otra. Pienso en la velocidad del metro que es infinitamente proporcional a la hora del día. Pienso en el calor generado por los cuerpos de las féminas molestas por el parasito citadino y su vida sexual y su cuerpo voluptuoso. Pienso en las pláticas entre cortadas que se escuchan en el fondo del vagón.
Siguiente estación, se abren las puertas, poca gente baja, yo sigo atorada entre dos mujeres regordetas que no se inmutan, cierran las puertas del metro, se queda detenido, pasan los minutos, la gente se desespera, los cuerpos hablan por medio del sudor que expiran, los olores se introducen por mi nariz y los repelo. Las mujeres siguen su charla, otras siguen con su silencio inmaculado, yo siento la ausencia del aire, la ausencia de vida, el tren no avanza, escucho con mesura las pláticas rutinarias de mujeres cosmopolitas, por fin el metro se mueve, llega, a la otra estación, no baja nadie, ya no puedo, se cierran las puertas de nuevo, sigue su camino, llega por fin a la otra estación, la mujer que me detenía con sus senos se va. Yo respiro profundo, me lleno de vida, me muevo de lugar, la próxima estación es la mía, ahí bajo para seguir mi rutina nocturna y sé que olvidaré a las mujeres y olvidaré su plática absurda de los cautiverios femeninos que por desgracia a ellos pertenezco. Mañana haré lo mismo, pero serán otras mujeres y otros hombres los que detendrán mi inmundo cuerpo lleno de rutina. Escucharé otras pláticas, aunque será la misma esencia. Sentiré por un momento felicidad si las escaleras del metro guerrero sirven o será un momento de molestia si no se mueven, creo que es lo único que hace de diferente mi día.


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Muerte desdentada,
oleaje infinito,
dolor persistente,
recuerdos que tatúan la piel delicada,
transparente y morena de la raza de bronce.
Muerte de mil cabezas.
Medusa seductora que embelesa.


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Te convertiste en un vaso
lleno de piedras en mi cuarto.


************************+
El mar se aleja, regresa, va, viene.
El oleaje compulsivo me alivia.
Cura las heridas.
La sal sana todo.
La tranquilidad que provoca la guerra infinita de las olas,
me lleva a un trance silencioso que tiene tu nombre.
Silencio.
La luna alumbra la arena que escribe debajo de mis pies: muerte.
Silencio.
Una ola y otra y otra más.
Infinitas olas rompiéndose en las rocas observadoras,
temerarias,
imponentes,
Silencio.
Camino al lado del canto de sirenas.
Me llevan de la mano al fondo del mar,
amedrentado por mi voz,
en medio estoy,
me llevan las olas al fondo,
todo es cristalino,
colorido.
La agonía de la noche marina y azulada.
Una tortuga me adormece,
una mantarraya me electrifica.

*********************

Un hombre en la sierra visita una cruz.
En medio de la nada reza.
Los coches pasan.
El silencio le provoca.
Llora.
Recuerda a su familiar en medio de la sierra.
Ya no hay nada que hacer.
Ya no hay nada más que el recuerdo.


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TU AUSENCIA


Beso tu sangre derramada por la casa.
Siento tu agonía
Mi corazón sangra igual que tu alma.
Tus ojos tristes me hablan por debajo de las sabanas,
tu melancolía se derrama por las calles,
tu muerte me carcome,
la siento hasta los huesos.
No pude cavar tu tumba.
Te cargué delicadamente.
Tu pesada muerte deambuló por las calles lluviosas que te gustaban.
Tu cabeza sonó hueco en el hoyo hecho para tu partida.
Tus ojos se evaporaron con la lluvia.
Ahora te cubre la tumba mal hecha debajo de la noche.
Ahora sólo te cubre tu muerte.
Estás a la deriva.
Tú que nunca padeciste de nada.
Ahora estarás debajo de la noche descubierta.
Siempre lejos de casa,
de mí,
de tu cama mal tendida.
Ahora sólo la penumbra te cobija
y una luna medio llena medio vacía.
Extraño tus ojos melancólicos ojos deambulando detrás de mis pasos,
extraño tu andar tranquilo.
Regreso al lugar de tu partida
y espero encontrarte,
pero sólo hay un puño de tierra adolorida.
El cielo llora tu ausencia.
El silencio deprimido pregunta por ti,
no sé qué decir,
me siento culpable.
Temo decir tu nombre y que me reproches mi mala decisión.
Quiero que salgas de por debajo de la tierra y me des un abrazo.
Nadie comprende el dolor que causa tu ausencia.
El haberte perdido es como una ola transparente
que casi ahoga mi existencia.
Nada te trae en esta ciudad perdida.
En esta puta ciudad
El haberte perdido fue como ahogarme en la nada.
Fue como llevar mi nombre al vacio.
Como tatuarme la muerte en mi nuca.
Extraño tu nombre al lado del mío.
Te he anhelado al lado de mi cama.
Te he imaginado de más.
Te he pensado de más.


********************

El azul marino de la noche invade el mar.
La luna ilumina un trayecto inusual dentro de la paz marina.

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Recostada en la cama se encuentra una mujer.
Observa delicada fúnebre.
La luz tenue la acaricia.
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Voy al hotel visitado mil veces.
Paso por el callejón que te gustaba.
Regreso al balcón donde me besabas.
Observo la calle transitada por todos,
por nadie.
No estás.
Entro en las arrugas de la cama donde dormíamos,
tampoco estás.
Me pierdo en la ciudad.
En la misma ciudad donde lleve la tranquilidad llevada de tu mano.
Me pierdo en tu silencio, en tu ausencia.
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GUERRA MARINA
La guerra inminente de las olas es incomparable.
Cada una es diferente.
El sonido de la contienda nos lleva a la eternidad.
Pelean con las rocas, terminan en la arena derrumbada.
Llegan, se silencian por segundos, regresan,
hacen lo mismo una y otra vez,
pero cada pelea es diferente,
en cada una hay un nombre y una imagen,
en cada una hay un hombre y un sonido,
en cada ola existe la muerte de por medio,
en cada grito está Dios desesperado por la nada,
está desvanecido, triste, derrotado,
recuerda en medio del mar, la cruz peligrosa
que le costó la vida, recuerda a su padre
invisible y débil.

En cada pelea las olas le ríen a la muerte,
La confrontan, le huyen y la nombran.
La guerra destruye, provoca llanto sobre la piel desnuda.
La guerra marina es como un éxtasis infinito dentro de la perpetuidad.
La guerra azul alumbrada por la luna es peligrosa.
El mar de noche es negro, lastima, tiene ojos quemados que penetran,
nos despojan de la palabra amenazadora, silenciosa,
nos arrancan las ropas, los recuerdos,
nos quitan los dolores inmersos en la carne llena de sangre.
La luna llena clava la piel igual que la sal.

Dicen que el olvido llega pronto en medio de la guerra litoral.
Dicen también que el sonido de las olas
hacen que los amores desventurados se evaporen,
dicen, de igual modo,
que las palabras dichas
en medio de la arena caliente son eternas.

La guerra costera se ha quedado con muchos hombres,
éstos se han ahogado en medio del sonido,
en medio de la orquesta náutica, dirigida por Dios,
se han quedado en medio de violines, de flautas y de pianos,
se han dejado llevar por operetas alemanas escritas por Shubert,
por Wagner, por Nietzche,
se fueron en medio de choros de Chopin,
se cortaron las venas por adagios españoles.
La orquesta navegante endulza el oído de sirenas,
se embelesan en medio del añil marino y se entregan
dándolo todo en el gran acto del amor.

Medusa se observa en medio del bélico combate
y se convierte en pez, no en roca,
jamás en roca, sino en pez, en delfín, en tortuga,
nada ahora por su vida, tranquila en medio de las olas,
sabiendo que éstas la protegen aunque esté dentro de la cruzada.

Ulises navega temeroso por el mediterráneo,
entra en combate al ritmo de la música,
se yergue seguro de su fortaleza,
cadáveres se acercan a la embarcación y lo atemorizan.
Ulises sabe que el cielo le cuida y la luna lo cubre,
sabe también, que las constelaciones le señalan el camino
y que las sirenas enamoradas le cantarán al oído mil notas protectoras.

Los mortales seguimos en medio de la guerra,
temiendo siempre nuestra muerte,
muerte planeada,
muerte dicha,
muerte escrita,
muerte conmovida por la música
que trae el viento marino,
verde azuloso y marino

Guerra eterna,
milenaria,
seductora,
sonora,
siempre guerra.

Danzan las ballenas y cantan las mantarrayas
delicadas y peligrosas.
La muerte se convierte en una nota en do menor.
Entro delicadamente a la guerra,
entro desnuda, mis tatuajes se evaporan,
entro musicalmente, sonoramente.
Mi muerte se convierte en una voz soprano,
en una pieza hecha de mil notas, es una orquesta,
un bélico canto lleno de olas.

Dios sólo observa su creación y mi fin.
Somos ahora una evocación tan sólo.
Hemos sido derrotados.


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MIS COLMILLOS te acechan, te saben cerca.
Tu sangre huele y la busco por la casa.
Estás acorralada, te busco, no te encuentro,
sigo buscando, el olor a sangre me llama.
Mi piel casi transparente te venera, mis venas te nombran,
mi lengua te recuerda.

Aunque te escondas sé que voy a encontrarte.
Aunque me olvides, sé que voy a encontrarte.
Aunque me rechaces, sé que pronto tendré tu cuello en mi boca.

Tu miedo me provoca, tu delicada piel me incita,
tu fragilidad estimula mis instintos,
me vuelve fuerte a pesar del terror que me provoco.
Imagino tu sangre recorriendo tu piel delicadamente blanca.
Imagino tu grito acallado por mis manos.
Imagino el hilo de sangre que saldrá de ti.
Imagino mis sentidos excitados por tu estirpe.

Sé que las noches son mías y son eternas.
Sé que mis colmillos son una extensión de mí.
Llevo tatuado tu nombre en mi nuca.
Huelo tu sangre, fresca sangre que me estimula.

Las noches me gritan lo que debo hacer,
sueño con tu piel, con tus ojos grandes que me avivan.
Mis noches se vuelven días cuando te siento cerca.
El insomnio no existe para los vampiros como yo.
El insomnio es perfecto para seguirte por los lienzos
blancos del cuarto en el que te escondes.

Velas temerosas gritan tu nombre.
Lunas llenas te vislumbran y me ayudan a encontrarte.
Necesito de tu sangre para seguir siendo el vampiro de occidente,
del mediterráneo, del sur, del este.
Vengo desde el fin del mundo para acecharte,
para seducir tus tiernas venas azuladas.

Soy delicado ante el silencio, ante tu sonrisa casi temerosa,
ante tu sensualidad felina.
El andar vampirezco de mi figura te atormenta.

Estás cerca, te percibo, te olfateo, te acaricio, te aprisiono.
Estás cerca, ya te observo.
Mis ojos te aniquilan, mis venas te presienten, mis manos te acarician.
Estas más cerca, mis colmillos te sonríen, te descuidas, me aprovecho.
Tu cuello me da la bienvenida, tus venas suenan al romperse,
bebo tu elixir hasta el final, todo termina y mi felicidad comienza.

jueves, 11 de noviembre de 2010

textos viejos

Jessica Piedras le canta al erotismo nocturno, a esa sensación que se alarga como la sombra en plena media tarde, llega siempre para no quedarse, se despide lento y en silencio y jamás regresa. Toma la palabra con la que se nombra y la arroja al mediterráneo para que en diciembre llegue a la costa de Oaxaca y la reciba. Escribe de su muerte, esa que ya tuvo, le canta a las diosas que la acarician en pleno río Tarento y le hace el amor a la soledad dormida. Ella no es hechicera ni adivina, es constelación marina que se despide como las amantes, junto con el alba.




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I
Te contaré una historia de mil costillas rotas, de manzanas quebrantadas y de una mujer mutilada cuyo reflejo se veía en muros vacíos de cristal derribado.
Dos pies descalzos, sillas de ruedas, camas con espejos y perros andaluces sin pelo.
Bajo una cruz se encuentra esa mujer devastada.
Fue desterrada del paraíso por preguntar qué había un poco más allá, por pedir estar arriba, por hablar de manzanas que no hacían nada.
Con los pies desnudos camina sobre alfombras de mimbre y camas de arcilla, con las manos cubiertas deambula sobre cuerpos de seda, con los ojos cerrados viaja por cetros de luna y con humedades ajenas descansa por las noches no tan oscuras de luna llena.
Eva le dicen y Adán la tortura.

II

Eva le gritan los árboles que caminan por el mundo librándose de penas macilentas.
Eva le nombran mares oleajes mesurados.
Eva te nombro con esta boca que llena está de dardos blancos.
Eva le llaman los bosques que observan todo, que todo lo nombran y que todo lo saben, viejos sabios del Universo.

III

Adán es amedrentado por voces desnudas, quebrantos ajenos y súplicas dolorosas.
Adán, el mismo que se mueve por hilos invisibles, que habla de una boca que no es la suya.
Adán desaliñado, continuamente perturbado por alas de ángeles que no vuelan, que son terrenales, maliciosos y que no podrían nunca llegar al cielo.
Adán destrozado llora en las noches por la muerte de su padre.
Adán y Edipo son los mismos, los dos ciegos ante el destino escrito, los dos con vidente al lado para que éste rija sus pasos, los dos con coros de mentiras que hablan a voz en grito de mentiras bien escritas.
Edipo amaste a tu madre y decidiste matar a tu padre con palabras llenas de veneno, culparon a mujeres inocentes, a sueños mal nacidos, a manos agitadas por hilos cristalinos.
IV

Eva, dijeron que nadie podía nombrarte, sólo Adán, tu dueño, tu señor, tu amor cortés.
Eva, no hagas caso nunca a voces impalpables, a gritos que no se nombran con ojos abiertos y caras descubiertas.
Desnúdate siempre de noche, hazlo sola, escucha la nada y baila con brujas que saben de atracción. Canta sobre aquello que tu bien conoces, ilumina tu cueva y saborea diferentes amores.
No serás nunca de nadie, tu piel bizantina probará diferentes vinos y seducirá extensos olores.
La desnudez de tu alma será tu coraza para librar fuertes vientos de suciedad.
Mujer caña, mujer venado no temas jamás a los relámpagos que surgen de la tierra. No creas nunca las profecías que hablan de dolor injustificado.
Sólo desnúdate mujer frente a mí, hazlo sólo al menos una vez, muévete lento, tan lento como la tortuga marina antes de llegar al mar. Quiero probar al menos una vez tu piel salada y comerme entonces tus ojos claros sin decir palabra alguna.
Nunca nadie dijo que yo no te movería como pieza de ajedrez.

V

Ahora tan sólo se comentan las ruinas de personajes ermitaños y desiertos.

Ruinas conmovidas por el fuego que canta sólo para aquella daga que no culminó su muerte en pleno vuelo.

Ruinas intranquilas por el llanto del tigre, que blanco pintó el cielo esa tarde en la que tu paso manchó el camino andado por el señor de aquella ceiba.

Ruinas perturbadas por el andar del águila cuyo sonido solitario hizo bailar a los cuatro vientos que invitados estaban ese equinoccio.

Ruinas agitadas por el ojo perdido del venado que colgaban del cuello del árbol cabizbajo.

Ruina torturada es ahora la casa que nadie habitó aquel verano en el que lloviznas visitaban a la noche.

VI

Personajes

Caen en túneles de luto
sin fondo
Con almas en pena
sin rostro
Con gritos de ayuda
sin nombre

Cargan demasiado su vida

Personaje

Quítate esa lápida del cuerpo
que tu ropa no sea cantera
que tus zapatos no te queden grandes

Personajes

Escamas en su cuerpo tienen
como miedos.

Personaje

Rasúrate por la mañana
aunque sangres
Entiérrate con piedras
para que te nombren.


VII

¿Porqué esperas cantarle
a la carroña que no salvas?

¿Porqué sigues creyendo que sólo tu voz canta?

No. No le faltas a la sombra enmohecida.
Nadie te ampara.

Atrévete a escarbar la carne propia
hasta que sangres,
hasta ver el blanco luminoso de los huesos,
hasta que encuentres nada.

Remueve ideas que telarañas resguardan.
Hurga y pregúntale a las fotos amarillentas:
si ese que vez ahí eres el mismo que ya no eres,
eres el mismo que nunca estuvo.

Mientras más escarbes ansias crecerán más fuerte.

Indaga en libros de historia
y veras que fuiste carne de cañón.
Sigues siendo la maleza podrida que nadie quiso.
Ese ángel que yo expulsé de todo paraíso.
Ese, al que olas escupieron a su regreso.

VIII

Hay canteras en tu espalda que no las erosiona
el viento
Hay una soga en tu cuello
lista para ser usada
Hay candados en tus pies y la llave
está olvidada

Hay una pistola en tu cabeza que sólo
espera gritar su llanto.

Hay bocas que envenenan con un beso,
pasos indulgentes a la sombra
que no se queda.

No te dejes nunca usar por el titiritero de la vida
rompe ya los hilos que te atan
a la cruz que él maneja.
Rompe ya el guión escrito
para que sigas siendo usado.
Invéntate una vida y sé personaje lúdico
en ella.


IX

Las piedras son las únicas
que conocen a los muertos
y los muertos son los únicos
que conocen a las piedras.

Atrévete entonces a enterrarte vivo,
a ser carnada del gusano ahíto,
a ser féretro de lujo.
Atrévete a enterrarte vivo
y gritar que ya estas muerto.



X

Una gota de sangre me impide que grite
una gota de sangre cae por mi cuerpo
un puño de sangre tengo en la boca y sólo digo:
¡Ya no puedo!




**************************************


¡Ya no puedo!
dice el Creador

¡Ya no puedo!
dice tu madre agonizante en una esquina

¡Ya no puedo!
dice el amante de Jesús
que llagas tiene en las heridas

¡Ya no puedo!
dice balbuceando el suicida melancólico

¡Ya no puedo!
dice esta ciudad que se hunde
en los recuerdos

¡Ya no puedo!
dice el solitario que busca amor
y encuentra heridas

¡Ya no puedo!
Dice tu padre que exigencias trae en las costillas







************************************




Desesperada está la muerte,
Sola se encuentra en algún ventanal
de la euforia nocturna.

Navega mi cuerpo entre sombras de agua
Lleva de bandera al sordo viento
Inmaculada tengo el habla
Féretro blanco es mi balsa.



Damas blancas vuelan sobre
mi cama anunciando sorpresiva llegada,
Contemplan el alba aniquilante dentro de mi boca,
Interfieren en posible mártir sucesión.
Peregrinos salen del asfalto amoratado
lleno de luces blanquecinas
y esmeraldas.





Pedazos de cada uno de nosotros somos,
Infierno ambiguo que delata una mirada
trae la extraña mañana que continuamente vive
en caminos desolados.



************************************

SECA Y MUDA SE QUEDÓ AQUELLA MONTAÑA
en que palomas mensajeras cantaron dolorosamente,
los árboles se abrieron, piedras y astros se abrazaron.

El mundo se cae de los ojos.

No viene el viento, no, no viene,
le designo, le nombro, le suplico.
Nada, no, no viene.

Seca y muda se quedó aquella montaña
en que palomas mensajeras cantaron dolorosamente,
ríos de sangre corrieron, lamentos de matronas se escucharon.

No viene el viento, no, no viene,
le clamo, le rezo, le imploro.
Nada, no, no viene.

El mundo se queda mudo.
El mundo se queda afónico.
Nada, nada para que no mueras ahogado en este mar de silencios.

Seca y muda se quedó aquella montaña
en que palomas mensajeras cantaron dolorosamente,
los días oscurecieron, la muerte reinó en la bola de cristal.

Tu madre pagó para matar a tu padre.

Tú, por accidente vives y aproximadamente existes.


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DE-SIERTAS VOCES calladas hablaré este día. De ciertas mujeres se habla desde hace diez años, de ciertos pasos acallados se murmura entre sábanas blancas de luto, de ciertos cuerpos mutilados se calla desde entonces.
Desierto, escenario perfecto para que el silencio ronde, para que las paredes grandes y huecas guarden el secreto, maldito secreto que incapacita la vida eterna de la risa, maldito secreto que no dejó caminar más a mi vecina que yace muerta y enterrada tres metros bajo tierra.

Desierto.

Ya no digo más porque el silencio ronda.

iai
iei

Sonido que evoca siempre el canto de la muerte
solitaria, melancólica y eterna viajera pensativa.

iei
uai

Canto de sirenas muertas, desérticas viajeras. Canto de cuervos, cementerio de ciegos.
Sonido del viento que sabe secretos.
Desierto, escenario perfecto para que el silencio ronde.
Disimulados gritos, disfrazados golpes, heridas profundas, íntimos verdugos.

iai
iei

Cuerpo desnudo, lacerado y perdido
Heridas descubiertas impregnadas
de silencio acalorado
Desgarradores gritos y golpes cenizos

Lugar encantado
repleto de feroces carniceros
Lugar perturbado
Electricidad seca que esconde sangre derramada
por la esperanza deshecha

Manto blanco salpicado de sangre ufana
Espinas tejidas en corazones señalados
Mentiras crucificadas como verdades.


iai
iei
uai
ieu

¡Silencio!
Ronda el silencio.
¡Silencio!
Ronda el miedo.
¡Silencio!
Permanece la muerte vagabunda por el desierto olvidado.
¡Silencio!
La Piedad grita.
¡Silencio!
Que pide ayuda.
¡Silencio!
Que muere lento.
¡Silencio!
Que la estoy matando.

iai
iei
uai
ieu

Las piedras son las únicas
que conocen a los muertos
y los muertos son los únicos
que conocen a las piedras.

Atrévete entonces a enterrarte vivo,
a ser carnada del gusano muerto,
a ser féretro de lujo.
Atrévete a enterrarte vivo
y gritar que ya estas hambriento.

iai
iei
uai

Una gota de sangre me impide que grite
una gota de sangre cae por mi cuerpo
un puño de sangre tengo en la boca y sólo digo:
¡Ya no puedo!




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NASAUA, NASAUA. Primer palabra que menciono al despertar de la quietud completa de los sueños al volar. No tires de la soga del cuello todavía, No tires de ella, Yo lo haré cuando el capitán del barco muera, Cuando su séptima vida se termine, Cuando las casas del rosario sean mencionadas hasta la eternidad, Cuando la última virgen muera a palos, Cuando llegue a Madrid por casualidad. Nasao, Nasao. Segunda palabra que repito cuando muero, Tercer movimiento de la orquesta solitaria, Pequeño disparate del pibe en crecimiento, Último espasmo del suicida melancólico. Naso, Naso. Se acaba la voz que repite mi presencia. No alcanzo a escuchar mi risa tonta, mi eco inoportuno, Nas, Nas. En esta gran ciudad caigo inútilmente sin paracaídas. Na, Na. He caído. No soy suicida pero he caído. He muerto sin darme cuenta.


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BESO ORIENTAL Reloj de arena Matices al desnudo Primera frase último grito Planta carnívora pantano prohibido Inagotable manantial efímera agonía Ansiedad aparcar trastorno ceguera volver la cabeza balbucear No me es necesario escucharte decir dolor abandono gemir viscosidad sin olor Somnolencia sueño Muero Me muero Llega el momento de decidir y si despierto y muero y si vivo y muero Envolver la herida en un pañuelo y si fuese ciega No te veo nada nada nada no veo nada Perpleja por que no te veo Ayer soñé que estaba muerta ayer soñé que estaba ciega ayer soñé que no existía Pueril lánguida huesos tiernos tatuada sin piedad Ayer soñé que era niña ayer soñé que dormía ayer soñé que estaba muerta ayer soñé que estaba ciega ayer soñé que era muda ayer soñé que no existía ayer soñé ayer ayer ayer Primera frase último grito sólo era un sueño



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CARACOLES QUE CORREN Y AVANZAN SIN TRECHO. Tengo silencios como todo caracol, soy lenta, sordomuda e impaciente en el amor como todo caracol, como poco como todo caracol, amo con agua, aparezco con la lluvia como todo caracol, vivo en lo verde como todo caracol, he pecado, me he arrastrado como todo caracol, hay cosas que son mas fuertes como le parecen a todo caracol, no creo en Dios y tengo miedos como todo caracol, olvido y a veces no tengo fuerzas como todo caracol, las horas son piedras como las de todo caracol, tengo barbas compuestas por barro como las de todo caracol. El caracol no tiene tiempo como yo, el caracol se gasta igual que yo, el caracol no duerme igual que yo, el caracol avanza y retrocede igual que yo, el caracol muere a cada paso igual que yo, el caracol llora sin decir nombres ni dar razones igual que yo, el caracol se culpa por pasos no dados igual que yo, el caracol muerde su espejismo alucinado igual que yo, el caracol tiene un peso sobre él al nacer igual que yo, el caracol no puede voltear hacia atrás igual que yo, el caracol decide seguir sin retroceso igual que yo lo decidiré a su debido tiempo, el caracol tiene una corta vida igual que yo al terminar de escribir esto.






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EL TIEMPO ES EL HACEDOR de un recuerdo acompañándolo también el silencio, la quimera errabunda, el sueño y rara vez, pero muy rara vez el viejo y cansado entusiasmo. Siendo así tan sólo un murmullo salvaje aquella pelota de plástico con la que jugaba de niña en mi calle llamada azucena. De igual manera evoco con gran frecuencia la magia de la lluvia que provocó, al caer en mis manos pequeñas y frías, olvidarme de aquel desierto fugaz, que no hacía otra cosa mas que empañar el espejo de mi corta, pero tatuada existencia. Podría decir incluso que la luna y el reloj han sido tolerantes conmigo, porque al pasar diario por el laberinto cansado de mi cuerpo no he encontrado mas que una oreja roja, un zapato viejo, un violonchelo roto, saliva de color azul y definitivamente una mujer llamada salud extraviada desde hace unos veinte años, convirtiéndome así cada noche en un animal moribundo lleno de luz, que tan sólo puede observar un vitral negro, en donde paradójicamente se esconde una paloma, un caracol, un monte y un camino por el cual algún día, cansada de hacer viajes al interior de mi ser, regresaré a casa, olvidando aquella pequeña aguja instalada en mis fantasías por la mismísima parca, olvidando también que mi alma se hizo picadillo, mi ser basura y mi cabeza sangre, refiriéndome al poco líquido vital que queda en el cuerpo decadente que soy, que he sido y aunque he intentado cambiar el rumbo de mi vida andando entre cantina y canchas repletas de hierba amoratada, porque sé bien que no viene al caso pero entre el tenis y mi padre golfista, el trayecto de mis pasos no han sido muy delineados. Así que por el día de hoy termino este intento de poesía, convirtiéndose después en confesiones de mi entrañable amiga de nombre soledad.


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EL DÍA QUE MUERA acariciaré mi tumba, sacudiré la tierra, mojaré mi cabeza, diré mi nombre, enmarcaré una estrofa de la última canción escuchada, sembraré el puñal que taló mi corazón, diré tu nombre sonriendo, soplaré al trigo para que éste me despida, me taparé los ojos lentamente para no llevarme por descuido ninguna mirada, coceré mis labios para escuchar el silencio de mi eterna muerte, secaré mi frente para que mis ideas eternas no se evaporen, me pondré una pluma entre los dedos para dibujarme alas, regaré mis pasos en el campo santo para mi regreso, volará mi alma para seguir oliendo el perfume del ocaso, pero no. No velaré mi cuerpo, no llevaré flores, ni coronas, no diré oraciones, no me visitaré el día de los muertos, no me dedicaré una misa, no me aventaré el primer puño de tierra, no velaré mi cuerpo, no prenderé velas, no me verá nadie en mi ataúd, no pediré un rosario para que mi alma descanse, no me vestirán de gala para la despedida, no habrá música en vivo, no habrá caravanas siguiendo mi cuerpo, no lloraré sobre mi lecho eterno, no me enterraré gritando plegarias al cielo, no levantaré ofrendas para recordarme, no pediré una misa cada año, no venderé mi cuerpo a perpetuidad, no habrá una placa sobre mi lecho eterno, no caminaré hacia el cielo por esa escalera invisible que aparece siempre cuando te despides de la tierra, no caminaré por el corredor de la casa despidiéndome de los muros parlantes y viejos que fueron mis amantes, no buscaré en mi ataúd la llave para huir de mi muerte, no me llevaré al panteón mas cercano ni más lujoso, no buscaré en mi fosa la llave para huir de mi muerte, no pediré que ningún médico constate mi partida, no permitiré que nadie insulte mi cuerpo desnudo, no me lloraré en el camino ni sangrarán mis heridas ya olvidadas. Sólo acariciaré mi tumba, sacudiré la tierra, mojaré mi cabeza, diré mi nombre, enmarcaré una estrofa de la última canción escuchada, sembraré el puñal que taló mi corazón, diré tu nombre sonriendo, soplaré al trigo para que éste me despida, escribiré el último verso, me taparé los ojos lentamente para no llevarme por descuido ninguna mirada, coceré mis labios para escuchar el silencio de mi eterna muerte, secaré mi frente para que mis ideas eternas no se evaporen, me pondré una pluma entre los dedos para dibujarme alas, regaré mis pasos en el campo santo para mi regreso, volará mi alma para seguir oliendo el perfume del ocaso y alimentaré mi voz para cantar siempre con la melodía sepultada del mausoleo. Regresare entonces con el movimiento del sauce y el jugueteo eterno del viento para decir de nuevo sonriendo tu nombre.


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SE SABÍA LA LLEGADA DE EMPLUMADOS DIOSES Desérticos orientes Nadie dijo lo que ya sabían Doce días antes se escuchó un bramido Cuatro silencios perdidos deambulaban por el suelo Diez llamadas intervenían en tu muerte Diez posibles peldaños tendrías que subir para tu exilio Escapa de esta ciudad de fósiles Aléjate del desierto olvidado Camina ahora por el río que bien sabe tu nombre. Guarda en silencio lo que ya conoces Muere junto con el sol a media tarde Vuelve dentro de veintiocho lunas para que descanses No regreses jamás a esta ciudad perdida a este nicho sin hoguera a esta campana sin mejilla a este casco sin hacienda No regreses jamás a este palacio de faros fundidos De atalayas que entran al cielo y mueren ardientes de deseo. ¡Escúchame! Escucha esta voz enmudecida por el canto del ruiseñor perdido Escucha estas manos suplicantes que ruegan por tu sereno vuelo y tu quieto sueño. Abandona esta selva de nombres que no se nombran de anónimos que asaltan la quietud de la pantera sigilosa de manzanas que carcomen la sangre y fragmentan costillas recién pulidas recién limadas. Líbrate señor mío de cruces teñidas de saliva enfurecida de mantas sucias dispuestas a ser benditas Retírate antes de las siete caídas en el camino perdido Escóndete para que no encuentren rastro tuyo Corre hasta que el aliento se evapore Huye hasta que la sangre hierva ¡Hazlo! O morirás y tu alma estará perdida Olvida eso que se sabe y que no se dice olvida lo que ya está escrito en el pergamino de la vida olvida los doce días los cuatro silencios las diez llamadas los diez peldaños. Olvida lo que tu padre dijo una noche de luna llena Olvida lo que tu madre tatuó en brazos y piernas ¡Olvídalo! si quieres esfumarte y hallarte tranquilo en cien años ¡Olvídalo!



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NEBLINA CUBIERTA DE SOMBRAS,
visión imaginaria del sol,
colores sombríos observo tras el recuerdo,

perpleja la mirada está en algún sitio,
inmóvil se queda,
llena de asombro por una visión blanquecina,
por una imagen fantasmal.

Nada ha pasado tras el camino
que ahora existe infeliz
en esta noche.

Busco entre mi sombra
lo que no encuentro en mis manos,
la piso diario como reproche,
le demando que me hable.

Aún no encuentro palabras
para reclamarle que soy un idioma sin sentido.
Mis párpados me aturden ahora
que el cíclope nocturno ha llegado
a este laberinto de tinieblas.

Sigo acorralada entre líneas yuxtapuestas,
entre caminos cortados que van a ninguna parte.
Sigo mutilando a las palabras dichas,
prefiero escuchar el silencio.

El duelo de miradas es más pesado a cada hora.
El viento prefiere evadir mi derrota.
No soporta mi caída y pide tiempo
por un tiempo no vivido.

Mística es la palabra no dicha,
legendaria es la palabra que descifra.

Sigue sangrando mi sombra y le sigo
pisando a cada hora.
Las voces no mueren con el día
ni se evaporan con el miedo,
la fuerza llega a ellas
con alucinaciones fúnebres
en medio de explosiones lentas.

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HA PERECIDO LA VIDA de aquel rosario de infinitas cuentas. Se decía que era bonito rezar con tan redondas guías espirituales y devotas almas de Dios. A pasado tanto tiempo y ningún rosario parecido a sido tan igual, ninguno a vuelto a las manos regordetas y suaves de aquella anciana, ahora cubierta en vez de telas, tierra mojada y negra. Ahora nadie a vuelto a saber nada de aquel rosario de madera, pareciera como si no debiera de existir más que en las manos de su dueña, de su ahora recordada dueña. Rosario perfumado, en esta noche pequeña te invoco, te aclamo vuelvas al lado de aquel nítido cuerpo que grita por las noches, que suplica tu presencia. Vuelve con aquella anciana que divaga en pleno cementerio. Vuelve, porque no sabe hacer otra cosa más que correr, gritar y golpear cada lecho sagrado que se encuentra en el camino. Rosario te suplico no la dejes morir de nuevo bajo siete metros de tu ausencia.





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HUELE A TIERRA MOJADA mi cuerpo Huele a yeso fresco mi ataúd Sabe a durazno seco mi vientre abierto Sabe a café mal hervido mi saliva tardía Se ve mi caminar como una tormenta perpendicular Se ven mis palabras como un árbol recién talado Se oyen las campanas de mis ojos como aquel aullido roto Se oyen mis pasos como recién nacido ternero Siento la sangre que cae del cielo como aquel chorro de agua que caía de la llave cuando no alcanzaban mis manos tocar el techo Siento el lodo en mis ojos ahora que camino ciega por el mundo Siento ahora la tierra mojada remover lunares alcoholizados de temores. Siento, escucho, observo, saboreo, huelo, Es lo que debes hacer antes de dormir para siempre, antes de despedirte de aquella noche que no es tan solitaria, antes de saludar una vez mas al sol tímido que se esconde cuando quieres mirarlo, antes de darle la bienvenida a un mundo no tan oscuro como las alcantarillas, como tu ropero, como debajo de las cobijas cuando estas sellan tu lecho tranquilo, antes de darle la mano a algo no tan desconocido como aquella luna llamada "Casacatum", antes de decirle que sí en la iglesia de lo eterno a la mujer sin rostro, sin nombre, sin cuerpo, sin nada, que solo tiene una petición y la esperanza de ser aceptada para perderse en el olvido contigo. Siente, escucha, observa, saborea, Huele a tierra mojada mi pueblo.
CAMINO RUMBO AL DESÉRTICO teatro cotidiano y redacto la mejor carta que jamás pudiese haberte escrito (lo hago solamente en la mirada). En ella invoco a toda palabra que me ayude a definir lo que siento. En ella pongo con detalles imperfectos y claros el escalofrío que haces sentir a este cuerpo, a estas manos, a este vientre. Sin embargo, al intentar escribirlos ahora de noche y de luna llena no lo concibo, solo emano un suspiro como todos los que he tenido, profundo pero llano. Te pierdo por las noches y te recupero al día siguiente. Quiero hablar contigo de todo y de nada, arreglar el mundo en tu sala y descomponerlo en tu cama. Te extrañan estos días desiertos, estas horas aladas, estos minutos tardíos. Invade mi cama tu recuerdo, Tu ropa desnuda en mi almohada, Tus gestos en mil palabras. Extraño lo frío de tu vientre, tu mirada intensa y tus besos tiernos. Oculto tu caricia detrás de mi cuello. Soporto el vértigo de tu ombligo en mis recuerdos y saboreo el último beso. No soporto más el vacío en mis dedos, Aniquilo al frío que aleja mi olor de tu pelo. Grito de nuevo tu nombre al vacío, Te escucho del lado oculto del ocre. Observo la investidura de tu viaje y me encuentro con tu sueño. En toda visión sonámbula te encuentras, Detrás de mis miedos nocturnos te platico de pasajes turbios del pasado, Tengo la valentía de darte la mano y emprender el viaje a lo callado. Ahora te presiento con la luna blanquecina, que despierta junto al manto negro de mi sueño.





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ERES MI AMADA. Me regalas tu aliento y movimiento. Jamás imagine sensualidad parecida en un cuerpo. Ocasionalmente dibujaba tu persona pero nunca sospeche siquiera tenerte enfrente. Eres mi paisaje y trazo tu figura como si esta fuera mi mundo descubierto. Hoy te veo y vuelo sin dejar de saborearte. Eres parte de mi voz insospechada. Abogas tierra y libertad en mis curvas imperfectas. Eres el bálsamo que me acompaña siempre, el kerosén necesario para levantarme de la intemperie. Indicas el camino predilecto de tus poros abiertos a mis gestos inagotables. Mi amada serás por siempre. Debajo de mi cuerpo estarás eternamente, sobre mi sudor fecundado y mi caminar cansado. Imposible será no soñarte sobre mi cubierta. Haces los tres movimientos básicos de una pieza: Allegro, Adagio y Allegro con brío. La soledad ya no tiene cabida en esta corteza que lleva mi nombre. La lentitud del día se ha vuelto canción y la luna dejó de ser un personaje errante. Te amaré a perpetuidad como en los panteones y a los siete años haré hasta lo imposible por que no te saquen de mi tumba. Amada, te juró amor eterno. Tezontles escucharé cada mañana que pases a mi lado, invocaré a las extrañas flores para que degusten a tu olfato y buscaré al mejor aire para que satisfaga a tu oído. Mi amada te nombro sin tu permiso, te conjuro al grado de ser intrusa e indiscreta. Eres parte ya de mi altar secreto y cada tres horas digo sonriendo tu nombre. Dejo en su lugar al gato incandescente y te invito a mi calor. Hurto a escondidas tu deseo sin que pise el antílope la desgracia de mi suerte, pero que suerte la mía, te percibo al repasar mi vida. Ya no habla mi amor, la soledad. -La neblina me fatiga y el mundo me descansa, me ha olvidado porque no escuchó tu bella voz. -Sabes mirarme y sabes cantarme. -Mi piel te llama y mi nostalgia dice conocerte de hace tiempo. Migo es feliz al dormir contigo y yo soy completamente infeliz al no descansar debajo de tus ramas protectoras de los malos sueños. -Eres además arco iris, eres parte de mi canto, un colibrí que viene a mí cada diecisiete días, un recuerdo continuo, mi almohada que me ayuda a dormir, eres azul, eres parte del Edén perdido de mi nebuloso aguacero. Serás mi capullo y después mi mariposa, cada segundo revolotearas tus alas en mis palmas y el cielo se abrirá como lo predije el día en que por vez primera te vi. Serás mi princesa, mi hermosa enamorada que me hará sentir frío el día del amor, del eterno amor, que es hoy. Omito mi nombre para que sólo tus labios lo mencionen.





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QUÉ NO DARÍA YO POR ESCUCHARTE, por calmarte, por dibujarte, por sostener tu amargo letargo a las seis de la mañana y después sonreírte, para así aplacar la sangre derramada de tus poros abiertos y murmurarte a los ojos que no pasará nada, que el mundo se acabará hasta después de tu vuelo, que tendremos fuerzas suficientes para que no nos derrote la falta de un beso y que soplará un ciclón de respuestas inesperadas en nuestro sino, derribando así la puerta desgarradora de la soledad en turno. Aún de no tenerte, te invito a mi cama azul para que descanses, para que me sostengas y sientas el vertiginoso ruido del soñar despierta, para que grites tu afanoso espanto y así puedas cantar de nuevo. Bella mujer de nombre eterno. Feliz te espero, impaciente en el suelo. Contamíname, pero no con la oscuridad del infierno, sino con tu baile intenso, con tu mirada semiabierta y tu misterio virginal. Musa eterna, Cleopatra dormida te invoco, te conjuro en mi silencio para adivinarte luego. Mujer de plata delirante, tatuada te encuentras en mi selva.





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SÓLO VIENEN A MI MENTE tus caderas enfermizas que me contagian de todo lo que padeces. Siento solamente tu mirada a cuestas seduciéndome poro a poro. Escucho tu cantar luminoso de gloria absoluta en el cual pierdo control de mis temores. Quisiera tenerte para siempre mientras una voz solitaria me retumba que serás la mujer que no tendré. A la que buscaré en las hojas secas de otoño y en el mar inmenso, el cual no conozco. Algo me dice que debo memorizarte para no perderte en la penumbra de mis sueños. Esa voz susurrante me llena los ojos cuando señala a la inoportuna soledad y a la flaqueza en turno. Como siempre, la palabra verdadera la dirá el tiempo, por el momento sólo habla la incertidumbre de las estrellas, lo frío de tu sala y la investidura de tu cama. Por el momento deja gritar a mi felicidad como si ésta fuera la portavoz de mis curvas imperfectas, deja hablar a lo frío de mis manos como si éste fuera el mandamás de mi enmarañada cofradía. Por último te hablará mi ataúd envuelto de secretos mutilados, dispuestos a ser tuyos en la cuna de mimbre, en donde serás la única ola, mostrándome la inmensidad de un lecho delirante, mostrándome también las mil posturas de la muerte viva.



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MUEBLES QUE HACEN RUIDO esperan impacientes tu regreso. Arreglado todo está para que tu llegues tranquila sin que pises nada. Han venido siete gatos hasta tu cama. El tiempo anuncia tu fatiga. El café que ya no podrás tomar se arrepiente, tiene culpas que llevan tu nombre. Llueve granizo e inunda lo blanco de tu bata. Por vez primera te escribo siete renglones que dicen nada. Te regalo mi palabra para que me nombres. Te doy el paisaje que tienes esta noche frente a tu cama. Te nombro en medio de mi sueño. Yo soy esa piedra que te han sacado. Yo soy esa calentura que te han quitado. Yo fui esa sangre que se evaporó antes de ser concebida. Madre, ahora que te busco por todas partes. Ahora que estoy tan fría igual que tu casa. Ahora que mi perra anhela tu caricia. Ahora que me haces tanta falta, solo te escribo.





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ESCRIBO ESTA CARTA en la que espero encuentres el paraíso y te despidas de la nebulosa inquietud de caminar sin la luz de tu mirada. No pondré remitente para que así imagines el nombre del personaje que de tu gusto emane, e incluso espero que reinventes el momento en que la recibas para que sea mucho más misterioso y algarábico este papel amarillento, cosa que tal vez no percibas al recibirla de mis ramas secas por un otoño interminable. No quiero parecer mortalmente melancólica, sólo que he estado un poco ensimismada en una ciudad fría y solitaria, y por lo tanto he tenido la necesidad de escribirte y de sentirte en mis pesados recuerdos, en los que de nuevo siento tu sudor recorriendo mis ramas secas que reverdecen al mojarse con tu salada agua. Cantarte quiero ahora que en una luna menguante me encuentro, regar tus cabellos con mil palabras para que estos me recuerden. Acariciar quiero tus largas piernas de cedro y beber de tus dos soles que guían tu iluminado cuerpo todas las noches. Ahora llevo colgado a mi cuello un rosario que lleva tu nombre, me sirve de guía al internarme en el río lleno de nubes del que no regresaré hasta la próxima eternidad. Firmo este pedazo de piel con mis labios que te llaman en silencio por temor a que les escuches y no les veas, sólo firmo con las comisuras de una boca interminable en la que sólo caben tus dos nombres, uno místico y el otro ensimismado en mis dientes no tan blancos como los tuyos, ni tan perfectos como tus tres lunares que hacen de tu sexo hecho boca, un triángulo perfecto en el que me perdí una noche para siempre. Esta carta sólo es para darte la última parte de mi corazón lleno de arterias, que son como caminos de asfalto mojado que me invitan en cada parpadeo a tu selva mojada por mi recuerdo y a esa rampa que llega hasta el infinito, que empieza en tus nalgas y termina en tu cuello. Esta carta compleja es también para nombrarte a las tres de la mañana de cada vigésimo día de este milenio y es para navegar en tus brazos tersos y terminar en la curvatura de tus uñas que se parece tanto a la alberca de tu ombligo, asterisco único que divide tu piel desnuda, que es mi guía invidente rumbo al camino de tu sexo y la cascada que nace de este me lleva casi ahogándome hasta tus muslos, y estos me avientan hasta el arco de tus pies en donde grito de nuevo tu nombre a las seis de la mañana en que me despierto jadeante por tu deseo. Esta carta sólo espera impaciente la llegada de tu lengua a mi boca, a esta boca que se plasma al ocaso de estas imágenes que me vienen cada vez que me abrazan las sabanas frías y malas amantes que tengo como cobijas. Espera mi cuerpo impaciente tu calor, tu noche, tu amor, tu aliento, tu tacto, tus sonidos al amar, tu piel térmica, tus versos. Esperan mis ramas, mis gritos, mi sudor, estar pronto, muy pronto cerca de ti. No firmo con mi nombre por temor a que lo olvides al terminar de nombrarlo. Firmo con mi aliento que llevarás con tu piel hasta tus últimos días, hasta el último escalofrío que dé tu bello cuerpo en el momento que decidas navegar a la eternidad de la nada, hasta ese momento mi aliento te acompañará y se esfumará contigo. En luna creciente me encuentro En luna menguante muero y en ti



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MUSA INCAUTA bajo mi talle semiabierto Rieles desconocidos bajo mi sexo inerte Le rezo al dios sumergido en el asfalto Contemplo criaturas enormes sobre pedestales descubiertos Mujer inaccesible te haz vuelto Canta conmigo compañera del olvido Canta para olvidar lo vivido para levantar el vuelo a la montaña sagrada Levanta tus ojos sangra la miseria descubierta Se hará tu voluntad aquí en la tierra mujer bendita entre todas las mujeres Nada se ha perdido quedan los ríos bajo tu delirio Quedan pasiones como lazos durmientes quedan cigarras bajo la tierra Sobrevivientes somos que trabajan para el mundo Cantamos bailamos y cantamos entre el campo desierto de ilusiones Diosa bendita que haz dicho sonriendo mi nombre Llevaré mi barca a tu ombligo centro inmutable de resurrección gloriosa Oficio es tejer poros abiertos de tu piel inmensa Se va mi vida en tus remolinos callejeros: enredaderas parlantes que llegan hasta tus tobillos Seducen miradas perdidas que olvidan prejuicios sobre perturbaciones milagrosas Diosa milenaria Callas al mundo con tu sonrisa a tiempo con tu mirar meditabundo con tus ademanes moribundos Cambiante como el viento del norte como la brisa marina y las lluvias en el desierto Camino disparejo angustia quieta llanto seco Callas y mueres sonríes y duermes Antes de dormir eternamente engendro pequeña oración: Diosa eterna ruega por nosotros Musa cavilante llena eres de gracia ruega por nosotros Mujer manantial Fuente de hermosura Mujer montaña Reina del mundo Mujer colibrí Reina del cielo Mujer vestida de sol Señora mía Mujer nueva Reina del universo Dios te salve mujer bendita que ruegas por nosotros los pecadores ahora y en la hora de nuestra muerte Amén.


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AGONIA 24 posturas 24 silencios 24 murmullos 24 palabras 24 besos numero dichoso que se encuentra en el brebaje del amor numero preciso numero exacto numero profundo numero vagabundo numero eterno 24 días 24 noches son las que estuve contigo 24 semanas 24 horas son las que tengo para olvidarte 24 segundos 24 caricias son las que tu me diste durante 24 tardes y 24 miradas No alargues agonías mujer No lo hagas No me regales 24 besos 24 posturas 24 murmullos 24 silencios No alargues agonías mujer No lo hagas No vez que estoy muriendo No vez que cada noche rezo por tus poros abiertos No alargues agonías mujer No lo hagas No vez que mi cabeza divaga No vez que mi cabeza anda de baga Mujer... ya no lo hagas Ya no me toques 24 veces antes de tomarme Ya no me eleves durante 24 olas antes de matarme Ya no me hables durante 24 años para poder olvidarte Ya no alargues agonías mujer
No lo hagas No vez que estoy muriendo



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LLUEVE EN ESTA CIUDAD GRIS y una línea me indica por donde debo caminar para no verte, para no encontrarte por casualidad. Imágenes vienen a mí y solo quiero escuchar el sonido hueco pero tranquilizador del mar, ese sonido que provocó aquella noche que yo te deseara más, ese sonido que fue como la arena para la iguana en la selva, para el amante solitario que solo le decía a su mujer: Muévete, muévete y seré naufrago ciego en tu vientre.
Ahora solo me digo amante solitario, arena, iguana y agua vagabunda que caminan sin sentir las llagas de sus pies y solo hablan de las llagas de sus manos que les salieron por amar demasiado aquel verano insospechado. Cada piedra y cada gota evaporada me hablan de tu piel plateada, cada susurro lastimante de los carros volátiles provocan en mi sino un tatuaje que forma lentamente tu figura, cada aventón en el metro de mil cuatrocientos cincuenta y ocho pasos deletrea tu nombre y consolida el ultimo beso en tu sillón sagrado...

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LA MISMA SECUENCIA me lleva al grito Actos repetidos repetidos actos actos repetidos repetidos actos actos repetidos La misma secuencia en diferente ritmo Camino giro la cabeza no llego a ninguna parte Continuo La giro de nuevo derecha izquierda No encuentro nada Sigo así Hay mas luz voy pero no llego camino jadeo Más luz Nací morí crecí puerta verde luz blanca hablo y cobarde parpadeo Símil pubis bello pecho Yo busco de un lado tu buscas del otro ¡Dios asexual? ¿arrobo! Senos descubiertos y falsos les descubro como a un escarabajo Línea en blanco punto suspendido coma soy 10 9 8 7 6 5 4 3 2 1 se acabó La de tus sueños soy porque no soy


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CUANDO CAMINO hacia el norte me encuentro con perros blancos, con hojas secas, flores negras, tierra caliente, muros y escaleras complejas que van al mar, mientras la angustia azulada provoca que la sombra hecha cantera, sola se encuentre en el cielo oscuro, y relámpagos intensos anuncien la llegada de la virgen fantasma que huele a muerte. Cuando camino hacia castillos con ventanas de vidrio me encuentro con bosques que huelen a polen, con zorros persuadidos por la estrella de Marte, con caracoles inocentes y llenos de miedo. Cuando camino rumbo a Madrid me topo con el azar del aire y con lo frió de los árboles que se prolonga hasta mis dientes, formándome en las manos escarcha rojiza. Cuando camino hacia el espejo, me encuentro con escaleras hondas y pozos que en vez de agua tienen sangre, con ataúdes nerviosos por tener serpientes como huéspedes y pájaros como velas. Cuando camino siguiendo la música de Asturias me encuentro con tus senos, con tus ojos, con tus piernas, con tus hombros que son mi universo y recuerdo tu voz hablándome de calma, de casualidad, de puertas, de aviones, de libros y de auroras. Recuerdo entonces que las noches comienzan cuando las brujas son pilotos y rompen la pasividad del cosmos.



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NO ESTABA LOCA, solo estaba enamorada. No estaba loca solamente estaba enamorada... que no estaba loca carajo... que simplemente estaba enamorada. Cada mañana antes de desayunar ella platicaba estar perdidamente enamorada. Lloraba sin que la luna desvelada la entendiera, reía incompleta entre sollozos, entre gritos largos y burdos mensajes de palomas grises. Ella se giraba por completo desde el campanario de sus sueños, velaba a la paloma desterrada, rezaba de memoria leperadas incompletas y murmuraba al oído de sus hijos lentos cuentos de dragones tuertos. Me corría de la sala para darse baños de aventuras imperfectas pero claras. Ella, que estaba enamorada continuamente se mojaba y brincaba de su cama. Continuamente se caía sin poner las manos, sólo la cara. Continuamente me besaba por las noches para salir corriendo gritando que me amaba. Cada media hora hidrataba su cara con agua salada, pero nunca, nunca gritó por completo su odio enmascarado. Nunca terminó su cuento inventariado por las hadas. Siempre se mostraba niña envuelta en costras secas y manchas blancas. Pedía limosna de aguacates dulces y papayas verdes. Decía estar dentro de burbujas de jabón y dormir sobre alfombras continuamente inhumanas. Ella, que muerde ante el movimiento brusco y el aliento seco, que rasguña el viento librándose del equilibrio falso de listones tensos. Ella, que huye con frecuencia del canto verde, que no soporta el bao incoherente e impuro, que sólo precisa el día de su encierro, que sólo acepta la indulgencia de sus pasos, que sólo recibe la claridad del sonido intenso y que no soporta a nadie de carne y hueso. Estaba loca y creía estar enamorada. Estaba solamente loca y creía estar enamorada... que estaba como pinche loca carajo y creía estar la muy pendeja, enamorada.




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El tiempo termina y tu sigues sin estar ahí, las cinco cuarenta y tu sigues sin llegar, la madre muere, un siglo acaba, las nubes van y vienen, la realidad se esfuma, el mar se evapora, un mundo muere, el azul te envuelve y yo supongo que sigues sin estar ahí. Miro a lo lejos el mar intenso de tu faz, Tu melancolía saluda mi espalda y me da palmadas en la cara, Disimulas tu latido, se estremece tu poema y llenas el espacio vital del invencible viento. El tiempo termina y tu sigues sin estar ahí.

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Musa: Dicen que no existe, Inspiración: Dicen que si le llamo no viene, Altísima señora: Le pido tan sólo un murmullo, De esos que dicen que obsequia junto con metáforas moribundas. Doncella: Canto le pido, Poesía le suplico. Dueña: Mi dueña, mi Ángel, Como tributo le doy mi costilla. Diosa: Creadora de paraísos, No me destierre nuevamente, Usted me conoce. Eva es mi nombre y matrona me dicen.


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DUEÑA TE DICEN matrona te llaman Emblema de mi piel te haz convertido Colibrí que me invita a volar sin retroceso Agua distancia visiones sonámbulas Loba pantera camaleónica Aroma persistente bramido intenso Minotauro perfecto oleaje profético Plegaria nocturna tormenta sospechosa Con mesura descifro tu figura: alegoría continua en mi pecho descubierto Disuelta te encuentro al enredar mis ramas en tu jornada Proféticamente dispuesta te hallas a mi presurosa ofrenda Realizada está ya la fantasía de saberte a cuestas de cubrirte con mi sangre nueva de irme a pique serenamente en tu rocío impregnado como huella en mi parcela Realizado está ya el presagio de tenerte cautiva: fruto instantáneo de un beso Cauce pensativo cuenca floreciente Distancia evidentemente perturbada por sepulturas detalladas Nodriza exacta para mis cejas pobladas Soledad convertida en murmullo delirante Virgen Mala compañía prohibida fruta Epidemia ruidosa columpio contagioso Extrovertida oscuridad Sol avergonzado Dama Dama Poupée Verano recostado en mi amante luna solitaria Casino vacío jugando con mi cuerpo Treceavo tatuaje compartido en mi pupila No quiero llegar a mañana sólo quiero devorarte manzana Princesa Princesa quimérica que devoras mi lengua salada Callejón iluminado y sin salida son tus brazos caídos de mi cama Notario que marcas la hora de mi despedida con tu beso envenenado Delicia como berbiquí en mi solemne badana Humedeces tímidamente la flor devota que yace en mi desierto olvidado Sirena africana sirena mulata sirena nativa Percibes decretos señalados de placer en restos de un episodio inagotable Nube invitada a naufragar en esta peña tímidamente presurosa Credo Pergamino tallado que te quedas como gacela triunfante después de conquistar mi arrollo Doncella que percibes el escándalo majestuoso del existir ligero y cambiante Barbarie es la que tu haz hecho al embarcarte en mi pecho Elixir del fondo delicado de tu instinto Llama eterna e infinito dogma babélicamente impetuoso Ninfa que entiendes la caricia como sublime fiesta y purificante Tributo canto te ofrezco esta vigilia Aya vagabunda que entretejes caóticamente mi universo vehemente con tu locura perpetua Entrega te hago de este aire que tararean las palomas en tu eclipse no deseado Diosa delirante te ofrezco así mi solemne liturgia y mi rezo abandonado bajo sombras aromáticas y exhalaciones devotas de tu alma Te ruego hada que cuides de mi presurosa exaltación por conquistar tu cosmopolita hemisferio Te suplico que tomes mi lecho cuando hayas consumido este agotado abismo que fue vigilante inoportuno de tu bello cuerpo Centinela fui Palmera y golondrina soy ahora que sueñas conmigo ahora que me haz tomado Diosa milenaria para no devolver mi esencia a las voces que vuelan allá en la tierra Ahora que me haz tomado Diosa Diosa poupée Planeo remonto me elevo surco revoloteo me deslizo desciendo corro troto me apresuro acelero estallo reviento exploto salto me desintegro.


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HABLAR DE TU CUELLO, faltó hablar de tu cuello, en el cual moriría besando, oliendo. Tus hombros que me invitan a calmar mis ansias, mi cólera, mi fatiga, los mismos que me invitan después bajar a tu pecho hasta llegar a tus senos y de ahí llegar a tu ombligo, a tu abdomen iluminado por luciérnagas e invadido por olores cálidos. Tampoco hablé de lo que une tus brazos y tus piernas, tus codos y rodillas, tus pantorrillas enloquecen mis pupilas cuando se endurecen, tus ojos, ah tus ojos siempre abiertos, sublimes y calmados, pero ardientes e insistentes cuando el deseo se empodera de su color claro y tierno.

textos viejos 2

Primero canto:

Unicornio patas rotas
Solitario, distintivo,
ermitaño, retraído.
Personaje

Hada luna blanca
luz solar bien aventurada
Costilla, inspiración de dioses,
Semidiosa de mi soledad
Personaje

Unicornio y Hada
Hada y unicornio
Personajes encontrados
Encontré a dos personajes.

Encuentran miradas semejantes,
similitudes propias,
Colores sonoros y cantos devotos.

Se encuentran entre dos ramas de eucalipto, entre bosques y guerra,
entre luces negras, sangre plateada, ficciones aladas y cuerpos rojizos.

Increíble aventura de duendes verdes y chatos que dicen,
sólo dicen dónde encontrar a magos invisibles,
a Jesucristos sin estrellas, a felicidades desorientadas,
a príncipes-ranas verdes y azules.

Buscan a Felicidad:
tierna amiga,
sabedora y luminosa,
cómplice marina.
Actante

Buscan entre polen viejo y amarillo,
Buscan entre musgos desiertos y lunas llenas.
Noches y días, mañanas y tardes.

La encuentran, se encuentran
y se buscan en historias
fantásticas.

Hada luna blanca
Unicornio patas rotas
Felicidad a su lado
Duendes y magos en fiesta del alcalde
Bosque sin guerra
y juglares diciendo
historias como ésta
a príncipes azules
solitarios.


Segundo canto:

Hada
Busca aquello que no encuentras
Aquello increíble y fantástico
que buscas y no encuentras.

Hada
Dice el unicornio que él a ti te busca
Dice el unicornio que tu bien conoces su felicidad
que en tu nombre encontró mil aventuras

Hada
Unicornio conoce tu negro velo de muerte
Conoce tu faz horrorizada ante soliloquios ancestrales
Conoce tus pasos cortos tu llanto y curiosa sombra.

Unicornio
Ella te busca
Unicornio
Ella no te encuentra

Duendes zorros ardillas
y puntuales conejos
dicen a unicornio cómo encontrar
al mago tardío al mago sólo

Unicornio
vidente Merlín te dirá increíbles aventuras
donde encontrarás a Felicidad
y a su lado el hada te buscará,
fría y temporal.

No te impacientes


Hada
Por difícil camino busca unicornio
Por fragmentos de bronce el tiempo peligra
Por palabras quietas y rostros muertos
búscalo

Hada
Madona ojo de venado
Palma pulida
No te oscurezcas
que malditos demonios encontraran guillotina
y unicornio encontrará
plateados caminos y cuatro direcciones
para encontrarte
luna quieta
brillante y alfabéticamente perfecta

Unicornio hermético
Unicornio sencillo
Unicornio de cristal

No busques la mudes de la flecha enamorada
busca
sólo busca
busca solo

Hada
dile a la luna de ojos grises y boca callada
que diga con su noveno dedo cuál es el camino certero
que decida por fin leer en voz alta junto con el viento
para que unicornio
-al séptimo día de viaje-
te encuentre
en tu lecho delirante.


Tercero canto:

Duende, noche con resaca,
Ombligo, metamorfosis,
Aire gris oscuro,
Soledad esquizofrénica.

Mago neurótico en pleno viaje.
Bosque y llana guerra.

Cuento de hadas
Cuento de locos
Cuento de mierda

Hija de aquella madre
que perfectamente encontró una noche
perversiones en tu cama
que encontró
incluso
unicornios verdes
entrepiernas bien sinceras
ranas pintorescas
y aventuras de una noche

Hada
dices que encuentras en aquella madre
hogares incompletos y llantos
como redondas pelotas de estambre

Encuentras tu nombre
Esperanza
Esperarás por siempre
De la vida
De tu cuento
De tu madre

Increíble fantasía

Cuento de hadas
Cuento de locos
Cuento de mierda.



COLOR DE LITIO
incandescente derramado
sobre tierra.

Color de gritos acallados
por el silencio del destierro.

Cuerpos que dan pasos largos
para esconderse.

Cuerpos mutilados por espinas decadentes.

Miradas que penetran
suave piel, sombras que detrás de ti
persiguen sangre, filosas dagas que hambrientas
están temblorosas.






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DIBUJA MIS HERIDAS EN EL CIELO,
háblale de mi cicatriz al viento,
cuéntale de mi silla viuda
y de mis rotos huesos,
confíale mi secreto.

Escríbele de mi chopo de agua y de mi sauce de cristal,
de mis palabras altisonantes, de mis silencios,
de mi llanto sordo y de mi andar
cansado, de mis pies izquierdos y de mi cuarto azul.

Platícale de mi risa inconfundible, de mi diente roto,
de mi corta estatura, de mis zapatos de chabelo,
de mi camisa de franela, de mis pantuflas
como garras, de mi perra somnolienta, de mis collares
inventados y de mis ramos de flores como piedras.

Pero no le digas nunca que me hundo en abismos
de preguntas, que el sol nunca aparece por mi cuarto,
que quiero huir y no esperar nada, que quiero largarme
junto con esa noche estrellada.

No le digas nunca que una parte de mi cuerpo esta muerto,
que una parte mas pequeña se fue
con el águila para hablar de secretos
y verdades, que otra parte se quedo en el mar cantando
junto con las olas mentiras no tan dolorosas.

No le digas tampoco que experimentare
mi propio vuelo desde donde hierve el agua
y aprenderé a crecer al lado del viejo árbol llamado el Tule.

Mucho menos le digas que dormiré
eternas noches en Mitla: lugar de descanso.
A ella no le digas nunca que moriré
llorando por su ausencia.

Sólo dile que gritare su nombre
desde la montaña más alta, que le cantare una noche
junto al amanecer mas largo
y la ola mas grande.
Sólo dile que espere mi último canto.




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MANTARRAYA
Nada
sólo aquella mantarraya que volaba en pequeña cofradía
nada
sólo músculos impacientes corren y pintan tu camino
nada
sólo aquella mantarraya impaciente dice:
oscuridad marina oscuridad marea oscuridad marinada oscuridad mentolada oscuridad moribunda
nada
capricho oscuro
oscuro capricho
bicho oscuro
resulta benigno el azul veneno
nada
ni tu mirada ni mi silencio ni tu impaciencia
sólo tu mantarraya que dice:
calla calla calla
por favor calla

sida láctea láctea sida
carencia de halla
mantarraya
manta sin raya
raya sin manta

nada
sólo aquella mantarraya que sin nada me decía:
ni tu sonrisa ni mi clemencia ni mis reproches ni mi sentencia
sólo tu mirada sólo tu sonrisa sólo unir tu tesis carente de preguntas

nada
todo compete a una sola frase que jamás dije:
no se en qué momento tu cuerpo mi cuerpo el cuerpo perdió perdimos la razón
hay esquinas de inyecciones hay mañanas hay panteones donde ni el cuerpo
ni tu sonrisa, ni mi impaciencia, ni tu mirada, ni tu meñique ni mi cansancio
caerán del cielo junto a la luna, junto a Marte, junto a venus,
serás, seré seremos el sol yaciente del cuerpo de la piel
piel como lenguaje como tatuaje como pelaje como papel amarillento
donde escribiré todas las noches

luna luna luna
nada nada
no te digo mas
no ladrare mas
cantare en silencio
te besare como un ciego
seré tu manta raya seré lenguaje
no abriré mas la boca para decir nada
luna llena media luna luna menguante
luna
por siempre serás mi luna

nada
cantare en silencio
diré ya nada







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LLUEVE EN ESTA CIUDAD GRIS y una línea me indica por donde debo caminar para no verte, para no encontrarte por casualidad. Imágenes vienen a mí y pretendo escuchar el sonido hueco pero tranquilizador del mar, ese sonido que fue como la arena para la iguana en la selva, para el amante solitario que le decía a su mujer: Muévete, muévete y seré naufrago ciego en tu vientre.
Ahora me digo amante solitario, arena, iguana y agua vagabunda que caminan sin sentir las llagas de sus pies y hablan de las llagas de sus manos que les salieron por amar demasiado aquel verano insospechado.
Cada piedra y gota evaporada me hablan de tu piel plateada, cada murmullo hiriente de los carros volátiles provocan en mi sino un tatuaje que forma lentamente tu figura, cada aventón en el metro de mil cuatrocientos cincuenta y ocho pasos deletrea tu nombre y consolida el ultimo beso en tu sillón sagrado.





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Descíframe por las noches en las que no me encuentras
Descúbreme en los poros de tu piel
Conóceme en calles repletas y metros desolados.
Penétrame con tu mirada a plena luz
Transcríbeme en tu lienzo blanco en el que te reflejas
Interpreta mis silencios que son como olas despidiéndose
Platica con las mujeres de las que hablo
Confiesa tus secretos delante de mi túnica dorada
Canta a voz en grito tus miedos, esos de los que hablas murmurando
Roza tu boca contra mi silencio
humedece mi secreto
Permite que éste enjambre hecho animal se acerque un poco a ti
Admite que mi treceavo beso toque un poco de coraza que lleva tu nombre
Siente el volcán que llevo dentro,
Siente, tan sólo un poco el fuego que desea quemarte por siempre

Paraíso, sos mi paraíso.
Regálame dentro de un siglo tu nombre y tu misterio
Toca mi séptima costilla para que no me olvides
Introduce tus labios en mi ombligo para que viva
Hazme esclavo de tu vida y crucifica éste diáfano cuerpo

Vivo, no sé porqué vivo, pero sólo vivo
Para verte, para despedirme, arrepentirme, arrodillarme
Me levanto, salgo, regreso, te pienso, duermo, me despierto, me levanto, me visto, salgo, te pienso, no te veo, regreso, te pienso, no te veo, duermo.
Puedo morir haciendo esto, puedo dormir y morir sin tenerte cerca.

Con vos estoy en el paraíso
Con vos puedo tocar serpientes mal heridas
Con vos puedo llegar aquel bosque desierto

Persiste sólo un poco, sólo un poco persiste
Si hay despedida en pleno camino
dejaré semillas para que regreses
si hay desamor en pleno vuelo huye sin decir nada
huye para siempre.




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CÓMO DECIRTE QUE HAGO SIEMPRE LO INDEBIDO, que miro el cielo cuando debo fijarme por donde camino, que soy algo despistada, que aun no crezco lo suficiente como para andar por toda esta selva, cómo te digo ahora que te quiero sin decirlo, cómo decirte que incluso te sueño y que el único lugar en el que soy libre es en tus brazos, que te pienso aunque no deba, que presiento cada movimiento tuyo y que te temo, que jamás podría decirte mía porque eres de nadie, serás por siempre la mujer que no tendré, aquella que solo veré pasar frente a mis ojos en boca de otro ser, no serás de nadie, solo tuya, no serás mía, solo de Greta y de Lucia y de esa mujer de cabello con olor a madera fresca, de esa que solo se percibe con la madera mojada y recién talada., de esa mujer cuyas cejas enloquecen a cualquiera, de esas manos que embrujan a la orgía de magos cautivados, de esos cabellos rizados que alucinan en la cruz a Jesús, solo serás, te repito, de Greta y de Lucia.
Sólo te digo mujer que hay huellas que llevan tu nombre, que hay pequeñas grecas en las que me hundo para buscarte aunque sepa que no voy a encontrarte, cómo te digo que eres grata mujer perversa, enamorada y solitaria, que busco salir de tu cintura, pero me ata tu figura. Deseo tener mi boca siempre llena de tu boca, tener mis brazos siempre llenos de los tuyos. Mujer inalcanzable, niña eterna y musa de los dioses permite a este cuerpo moribundo morir una tarde en tus brazos, descansar solo un poco en tu vientre fértil y terso, navegar por tu universo lleno de abismos sin salida.
Sabia desde el principio que un beso me atormentaría, sabia desde que te vi que tu olor lo llevaría siempre, supe mujer caracol, mujer arena que el tocarte seria celestial y el verte provocaría mi muerte.
Jamás imaginé poder vivir sin tu palabra hecha caricia, sin tu mirada hecha canción, sin ese caminar que me invita al paraíso, sin tu risa incitándome al mar inmenso de tu sexo.
Descubrí un poco de ti en plena calle, otro poco en tu sala y lo demás en tu cama. Sé también que no podré conocerte toda, que llegará un día en el que te derrames lentamente en mis brazos hasta desaparecer, no volveré a verte, jamás mis ojos podrán tocarte como lo hice una mañana fría y nublada. Incluso presiento que ese día llegara pronto, no quiero apresurarme, pero lo presiento. Tal vez tu lo pedirás, tal vez yo, tal vez nadie.
Solo te ruego adonis que nunca me despidas de tu cuello, que jamás alejes mi recuerdo de tu piel dorada, que nunca limpies esos besos que dejé en tu cama, no me destierres al olvido porque entonces me obligarías a maldecir el día en que te conocí, provocarías mi muerte lenta y segura.
Qué no daría ahora por recorrer con mi lengua tu cuerpo lleno de corazas invisibles y sensibles, penetrar tu espalda con la cuenca de mis ojos ciegos, delinearte con la yema de mis dedos envenenados por tu salada agua, beber de tu boca hecha corazón la sangre extraída de batalla ganadas.
Quiero ver la danza de tu cuerpo sobre sabanas de seda, escuchar tus sonidos atonales provocados por el arte del amor, presentir tu llegada al cielo, percibir tus palabras llenas hacerse vacías por tu fuego interno. Prende mi cuerpo hasta que me sea imposible salir de las llamas de tu hoguera, navega por mis labios sin temor a una tormenta, impregna tu cenizas en mi piel, apodérate de mi cuerpo y cabalga hasta que encuentres el paraíso. No importa si decides quedarte ahí siempre y cuando me llames de vez en vez para aplacar un poco esta flama que se apaga hasta casi desaparecer.

Duelen poco las heridas que no sangran, que solo duelen....





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No debía de quererte y sin embargo te quiero.
No debían mis dedos imaginar tu cuerpo y sin embargo lo hacen cada vez que Marte se acerca a la tierra.
Que si te recuerdo, que si aun te quiero.
Que cuantos lunares tengo, que cuantas veces te he amado en orgías imaginarias.
Preguntas que haces por escrito. Preguntas que invaden mi cuerpo.
Respuestas.
Respuestas son las que no tengo, son las que se van cuando llega tu ausencia.
Mujer del Mediterráneo un día te dije. Venus en llamas te nombré una noche. Bendita maga que alumbraste mi camino. Mina de seda murmuro tu nombre cuando lágrimas me apresan.
Calla por ahora tu destino.
Calla sólo por ahora el cuento que me cuentas a solas.
El cuento que cuenta mis lunares.
No menciones por ahora el miedo que le tienes al ave fénix.
Guárdame un cuento para cuando regrese de este viaje.
No tardare más, lo prometo.
Sólo vine a esta realidad que ciega, que transforma, que hiere.
Dicen que sé demasiado y por lo mismo ya no sueño.
Dicen que conozco de más a la muerte, al Inframundo llamado cotidianidad y que ya no pertenezco a esta ciudad.
Dicen que no moriré aunque tanto así lo desee.
Mujer de ojos felinos.
Mujer cuya danza es ardiente.
Mujer de tantos cantos cantados.
Mil mujeres en una, mil gemidos que salen de una sola boca.
Espero nunca tu llanto me nombre
aunque jamás respuestas salgan de mi boca.
Espero tu piel nunca me olvide
aunque por largos periodos no me toques.
Dame tu mano por las noches cuando me sueñes.
Yo camino a tu lado siempre aunque no me sientas.


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Hace poco conocí a una mujer con dos manos que podían matar, tenia dos ojos (cosa extraña) que hacían guerrillas cuando estos se plantaban en el cuerpo suelto de cualquiera. Cantaba con su boca de vergel secretos de alcoba de amantes solitarios, murmuraba con sus manos, esas tan extrañas, perversiones que aun no descubría. Ella me decía que era Santa, cosa extraña, que no era capas de besar a nadie que ella no conociera bien, que no era capas tampoco de entregarse a ojos ciegos, a manos frías, a cuerpos vacíos. Decía que lo haría sólo con Ángeles. Jamás le creí, pero la seguí buscando, sabia que en el fondo deseaba cualquier cuerpo y caricias lentas aunque no fueran sinceras, besos intensos y fuego de piel desnuda. La contemplaba, escuchaba sus silencios, eran poco frecuentes, con sus miradas esquivas me decía tanto, por ejemplo, que anhelaba desnudarse y mostrar sus heridas, que no sabia olvidar a su verdugo, su silencio me hablaba de miedos bien enterrados y de sueños ya olvidados, que deseaba gritar ese silencio que desgarra almas solitarias, volar mas alto que los rascacielos y despedirse al menos por un rato de este pavimento citadino, ardiente y esquivo.
Esa mujer con manos llenas de cicatrices por no saber amar, me enamoró con su voz llena de flamas, con sus manos, esas tan extrañas, que escribían silencio y se contradecían a la hora del amor. Me invitó a volar una noche en la que no había luna y en la que dejé por un rato libre mi corazón. Creo que aprovechó ese momento para hablarme de amaneceres, de arena marina y de caracoles disecados, de monedas de plata y de paletas amarillas que no significan desprecio, de crucifijos que se envuelven con mentiras y laberintos sin salida, de lloviznas que desaparecen por un momento y de tardes llenas de melancolía.
Maldita mujer, bendita efigie que entró en esta mirada en la que después ya no la encontré. Esta misma mirada que le gritaba a esa Venus en llamas que la deseaba.
Maldita mujer, bendito hechizo el que hiciste para que estas manos dibujaran tu desnudes jamás nombrada; bendito conjuro iluminado que te apareciste para nombrarme por ultima vez en esta mi corta vida.
¿Porqué? Siempre termino preguntándote, porqué nunca me encontré en tu mirada, porque me perdí en tu laberinto, en ese que construiste para que no me encontrara después de besarte: ilusión nocturna y cómplice de la noche. Te dije más de una vez que te amo y te perdiste entre la niebla porque te asustaste. Te pedí más de una vez que no te fueras, que te internaras en este bosque dispuesto para darte cobijo, pero te largaste.
Tal vez tienes razón, tal vez siempre la tuviste. Tal vez siempre diste un paso de más, nunca te despojaste de ese traje de hierro que te caracteriza. Solo querías ver como eran mis heridas para tocarlas, para sentir esa sangre ya un poco seca en mi piel marchita. Sólo querías descubrir la lujuria que siempre ha habido en ti para después dársela a tu verdugo, ese maldito verdugo que te obliga a alejarte de mi. Yo, que tal vez nunca seré tu príncipe pequeño, pero si podía ser ese árbol en que te resguardaras de la tormenta próxima en este verano.
Yo, que jamás podré obsequiarte una tarde llena de risas porque mi silencio es mi mejor acompañante, ese mismo silencio que me ayudo a descifrarte, a conocerte en el planeta de los signos. Maldito silencio, también lo maldigo, porque fue el mismo que esa tarde me obligo a rogarte en silencio que no te fueras, que te quedaras un poco más, ese mismo silencio que me invita a cantarte sin mover los labios, solo los ojos, estos ojos que estaban dispuestos a morir para seguirte viendo. Estos ojos, benditos ojos que te tuvieron por un instante y te murmuraron cuánto te amaban. Malditos ojos que ahora se acostumbran a sólo tener tu sombra. Bendita sombra que te quedas para repetirme que no vuelva a dejar suelto mi corazón, extraño corazón. Extraña mujer con ojos y manos extrañas...








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Congelo el agua evaporada
bajo mi ropaje viejo,
sostengo e invoco al calor sumergido
en el verde seco de las hojas otoñales.

Adolorida estoy por sostener tu amarga caricia,
beso que das por una mirada incalculable,
olor perenne que interrumpe tu recuerdo,
sumergido estoy invocando tu deseo.

Musa desconocida te concibo
bajo mi tinta china y pincel de pelo marta.

No conozco la mirada de tu piel,
dibujo con palabras desconocidas
tus senos blandos
mientras murmuro la penumbra de tu sexo.

Una línea de luz me divide.
Un dibujo de acuarela me subyace.
Una silla de madera me contempla.
Una hoja blanca y tu mano morena me despiden.






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DOROTEA escribía para inmortalizar a su amado, para matarlo y sacarle de su corazón. Siempre firmaba con seudónimo para no robarse a sí misma su alma. Andaba por el camino amarillo de Venecia. Seguía pasos ajenos. Navegaba en góndolas guiadas por fósforos de color marrón.
Dorotea fue expulsada del paraíso por decirle a su costilla “Quítate la ropa y hazme el amor”.
En silencio lloraba, en silencio lo amaba. Le esperaba cada noche para así recuperar su dolor ya olvidado.
“El amor eterno no existe” rezaba a menudo. Letanías extrañas murmura en las que aparecía su nombre y los pronombres tu y yo.
Ella sólo menciona que le ama cuando ya le ha herido, sólo le pide perdón cuando ya le ha amado.
Dorotea tenía amigos de hojalata, confesores como leones y espantapájaros como médicos de cabecera. Caminaban todos por el mismo camino amarillo de Venecia, guiados por el color rojo de los balcones. Cantaban y vitoreaban al mago de Oz quien les haría encontrar su lugar en aquel estanque de agua oloroso y fértil.
Continuamente, Dorotea, en su pensamiento pronuncia mi nombre.







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HANSEL Y GRETEL. Hermosos amantes. Acusados por violar aquello mal llamado humanidad.
Hansel: arrogante y caprichoso.
Gretel: sumisa y sensata.
Diferentes animales para estar unidos. Diferentes amantes en una misma alcoba. Contrastantes caricias en una misma piel.
Arrogancia y sumisión, parece el perfecto lazo de unión para dos unicornios solitarios.
Cuántos siglos de ignorancia ante inusitado hecho, cuántos misioneros en hoteles de paso y en casas decentes. Cuántos discursos tatuados en la frente. Cuántas ideas mutiladas antes de ser concebidas.
Solsticios y temblores, matanzas y equinoccios. Hansel y Gretel seguirán unidos por el ombligo, siendo éste, lazo invisible a lo medieval, verdugo incauto del poderío de un pueblo. Epidemia incurable ocasionada por un cordón que se pierde en el camino.



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ALMUDENA
De azúcar y de sal es Almudena. Por la paz pelea ella. Su guerra interna le carcome la voz, esa voz tierna y clara que junto a su mirada suave van con ella. Almudena es su nombre, nombre gitano, de las costas de España. Es del mar su nombre, no ella.
La sabiduría de Almudena convierte el tiempo en secreto, e l aire en canción y la eternidad en un beso. Almudena es feliz al estar en lo alto de un monte, grita y ríe, gusta de aventarse y buscarse en el camino, libre se siente al exclamarse Almudena. No se nombra Greta, Lucia, Helena, se bautiza Almudena, virgen madrileña. De niña recuerda un cuento, cuento al fin, donde aparece ella, por tal razón decide sentirse, verse, vivir siendo Almudena. Lánguida y sufrida Almudena. Ella se vierte de un vaso de licor y cada media noche bebe del vientre del amor. Inhala la coca del placer, perfora a la luna y sus brazos le entrelaza.
Almudena se come a pedazos, por el sudor se desliza y comete locuras en las hendiduras de su piel.
Almudena muere sola con rosa de mano, manta blanca y colchón negro. Bajo su cama la muerte descansa. La muerte infinita y delicada.
Almudena muere frente a su muñeca alegre, entro yo, y sólo veo sus pies verdes.






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ESPERANZA paraba el tiempo entre gritos y tabacos de deseo, sexo y algo más. Comentarista de medio día, fines de semana y tertulias de una hora. Pasaba el tiempo entre humo tinto y vino espeso. Sin nadie más, sólo ella y su veneno parcial.
Continuaba el sueño despreocupado e inoportuno.
Lo tenía todo: anarquía, erotismo y virtualidad en un solo lugar.
Agonizantes los días transitaban de un trago a otro, de un papel arroz a figuraciones místicas, continuando así por el sendero de lo callado y lo no vivido. Sólo ella y su porción, su tagarnina y sólo ella.
Almacena, regresa y aguarda, contempla el alba aniquilante debajo de la frialdad enmohecida.
-El orgullo es una mierda- continuamente anunciaba a todo aquel torpe que se le enfrentaba.
Misógina de nacimiento y rebelde por accidente.
Jugaba con olas y sabía que la arena era su amante, esa que se marchitaría al instante de haber llegado. Continuamente se quedaba por las noches esperando. Aquella mujer que se desgarraba con el viento y le contaba a la sal que se quedaba en su piel lo que imaginaba hacer con su amante en turno.
Esperaba sola esperanza, que ya no esperaba nada.






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MARÍA MAGDALENA atraída por todo aquello que le llevara lo inverosímil de su vida. Encantada estaba por lo subjetivo, por las cigüeñas y bufones. Harta decía estar del placer afónico, del dolor incipiente y de las fobias inquietas e inconclusas. Caminaba lento, tan lento que el ratón y la tortuga platicaban de sus pasos, tan lento que el viento cargaba su cuerpo sin dejar huellas falsas.
María Magdalena, corta de espacio y de nombre largo, pies pequeños y cintura endeble. Caminando, siempre caminando. Pensaba, sólo pensaba.
Hablaba poco, haciéndolo solamente cada tercer día a las dos de la mañana. Comenzaba con mayúscula y continuaba con minúscula, charlaba durante dos párrafos y callaba, había silencio y continuaba con uno más para así decir el punto final del pensamiento. A las veinte horas María Magdalena bailó el último son de Veracruz.
Bebió del obsceno vino del amor para así morir de repente, para morir simbólicamente y poder nacer de nuevo al calor incipiente del circo beat, para germinar continuamente al teatro vidal y no morir jamás.





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ERAN OSCURAS LAS NOCHES. Duendes agotados bailaban. Magos aventuras concedían. Príncipe por hechizo convertido. Increíble aventura a Hada le esperaba.
Centenares de siglos pasaron.
Unicornio encontró la felicidad. Hada vive con príncipe. Las noches siguen oscuras. Magos mueren lento. Zorrillos esperan su cuento.

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MANDO MENSAJES A UNICORNIOS. Navego con palabras al viento. Cuento increíbles aventuras a los buzos. Calienta el sol espadas submarinas. Hadas transformadas en arena. La brisa ahora la contemplo. Detengo en la mirada caracoles. Sueño con sendas profundas. Felicidades se despiden de fantasías secretas. Tu selva me llama en este mar. Tortugas apenas llegan cansadas. Ando en carretas sobre islas. Dejo restos de huellas. Hago caminos extraños. Lanzo cantos de papel. Naufrago en ríos desiertos. Dialogo con magos. Me doy baños de lunas. Espero tu señal.





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ÉL LA AMABA, decía hacerlo y lo hacía.
Lloraba en el sillón roto mientras ella moría lento como aquel invierno en el que perdió la esperanza de sostener de nuevo su bastón en el suelo.
Mientras ella suponía su frágil destino, él aun la soñaba en noches desiertas como ésta.
Canas tenían los dos en el tiempo, tenían recuerdos en un solo momento. Cuando ella lloraba, él sonreía y mientras él fatigado contemplaba el suelo, doliente también sostenía su amargo etéreo.
Miraban el pasar del sueño, cada vez más instintivo. Ella blanca y él moreno, ella pequeña y el muy grande, él sensato y ella siempre fantaseaba, él recio y ella frágil. Caminando los dos por el mismo sendero pero en alcobas diferentes. Hablando los dos con distintos sonidos. Mirando los dos desde distintos cristales. Juntos siempre de la mano y llevando el mismo paso, nunca a fuerza de hacerlo.
A menudo se les veía solos y en distintos lugares, alegres siempre, enojados continuamente. Su distracción era pelear por el mismo caudal.
De mañana, al salir el sol, así de repente, las miradas se cruzaban en algún sitio, una sonrisa no faltaba, un saludo quizá pero el desayuno estaba listo a las seis de la mañana. La comida era rutina, siempre a la misma hora, pero el manjar nunca se sabía.




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ESPARTACO
Encadenado estaba Espartaco bajo el preludio sonámbulo de la luna. Ocultaba la sordidez de su camisa, lo opaco del espejo, pétalos juguetones que desgarraban su camino. Negaba la dulzura de los pechos de su amada, negaba las piedras que intuían su soledad. Corría bajo la lluvia dormida para encontrarse de nuevo como en un sueño, pedía que la luna descubriera su humedad. En la nada se imaginaba hablando con canciones de tiempos fragmentados, se descubría hablando soliloquios en espejos fracturados.
¡Espartaco, Espartaco! Murmuraba su nombre creyendo haberlo olvidado. Tenía tanto dolor que encantado estaba por las penumbras invernales. Cerraba puertas y descalzo caminaba buscando cristales para hacer caminos. Intentaba viajar en escobas voladoras porque en su cabellera tenían escrito su destino. Pedía para su muerte un puño de tierra, un ramo de flores y una palabra bella de la boca de su amada imaginaria para no quedarse mudo.
Ese Espartaco que en espejos se veía y su contorno fraccionado veía reflejado. Ese mismo Espartaco que de niño jugaba con miradas que trazadas en las nubes sonreían. Espartaco, aquel que si te mira, podrás ver a los cuatro vientos y el pasado en sus ojos, el mismo que nunca será rescatado. Si le miras, podrás de nuevo tomar altura y será un jardín el mundo.
Amanece y vive en la sombra del agua, nos mira a distancia, sueña nuestro sueño, es el conejo de la luna que aparece sin ser llamado a media luz. Arde en la selva y se empapa de imágenes intolerantes. Es carne de cañón, es insensato, es cielo nublado y día lluvioso, le juzgan por dormir semanas y viajar en barcos de papel, le juzgan por mantenerse a la orilla del sazón humano.
-Hijo, despierta, mira sólo un poco, ve éste cielo que trae Miguel Ángel y ve éste espejo que trae Picasso, ése azul que pintó Miró-
Escuchaba eso cada tarde que veía a su madre en la cama llena de clavos y mantas blancas. Veía incluso esos libros que un 20 de julio le dejaron debajo de la almohada.
“¡Espartaco, Espartaco!” susurraba de nuevo su boca helada en las noches de luna menguante, se espinaba con rosales del jardín y gritaba de fuera hacia adentro como si le hubieran talado parte de los sesos.
Esporádico era Espartaco, tenía jornadas incansables de imágenes abstractas, mientras las orillas de su cama se convertían en parte del navío en el que se encontraba.
Gritaba por la noche”¡A baboooooor, a babooooooor! ¡Tierraaaaaa, tierraaaaaa!”, así Espartaco se hundía cada crepúsculo en mares llenos de peligro, navegaba en barcos fantasma y brincaba en lanchas de madera para que salvaran su vida, navíos llenos de recuerdos, de sombras que sólo le anunciaban a Espartaco su cercana muerte y su lejana vida basada en la razón.






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MARCAS DE AGUA
que trazan tu vida
marcas de piel que te desnudan,
marcas de sangre que te aniquilan,
que te humillan, que te acaban.

Postura de manos que evoca
la oscuridad de tus senos.
Imagen postrada en la memoria
negándote con cada sombra.

Línea tras línea,
hora tras hora,
apenas vivo y quedo,
muy quedo muero.

Segundo a segundo,
marca tras marca,
sombra tras sombra.

No despiertes que apenas vivo.
No hables que apenas muero







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BLANCA NIEVES
Blanca, llena de nieve comenzaba de nuevo. Iniciaba el largo vuelo de emprender el fuego. Sentada se quedó hasta llegar a Atenas. Visitó mezquitas en la India para recordar a sus abuelos. Visitó también hombres necios que la acusaban de ser blanca y bella.
Siete duendes visitaban a Blanca en sus sueños, siete deseos pedía cada año bisiesto, siete vidas tenía Blanca en su ropero y siete hermosas lunas se veían en su cielo.
Continuaba Blanca sentada en su locura. Continuaba Blanca observándose en su espejo, en donde veía a su gemela horrorizada, a su madre perseguida, se veía ella tejiendo su destino. Llena de locura estaba, no escuchaba nada, leía los labios de la muerte angustiada, olía lo frío del ataúd envestido y dormía con toros enfurecidos.
Me acaricia Blanca por la cara. Su invierno me respira.
Blanca como la nieve que lleva por dentro, blanca como el semen de su padre engreído.
Morirá feliz en medio de la blancura del deseo, en medio del tiro de gracia que se dará a la mitad del vuelo. Por fin morirá, por fin será escudada por sortilegios hechos agua, por fin conocerá la risa fuerte, los pasos largos, por fin escuchará la trova del viento. Sentirá la suavidad eterna de las nubes y la blancura aparente del agua inmensa.
Sólo te pido Blanca, que visites mi lecho cada año bisiesto, sólo te pido BLanca, que guardes una bala para mi vuelo.







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SOLEDAD DE SOLEDADES he muerto.
Haz muerto sola, solas.
Todas, ninguna.
Con maleta en mano hemos muerto.
Al llegar la noche.
Al irse la luna.

La vela anuncia tu llegada y mi partida.
Ola tras ola repiten mi muerte,
murmuran, susurran mi falacia.

Hemos muerto por un balazo en el sillón
y un tropezón en la escalera.

Caminamos frente a la taza de pan,
el tarrón de azúcar y el piso de sal.
La escopeta te ha quedado grande,
te sientas sobre ella y no te señala.

La soledad invade la luna,
deja camino de besos y pasos pensados.

No te asomas de la cama sólo salen tus manos.
Nos invaden las estrellas y el sol.
Desierto está mi rostro, tu rostro, su rostro.

Pequeña estoy ante la muerte,
disfrazada de melancolía me encuentro.
La puerta no contiene aun mi llegada turbia.
Soledad de soledades he muerto.
Hemos muerto sola, solas.
Todas, ninguna.
Callada la mirada nos persigue a cuestas.

Mujer me llamo, Mujer te llamo.
Mujer nos llaman







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TU MIRADA DE FELINO
la presiento.
Tu rasposa lengua por las noches
la contemplo.
Tu aliento una vez más murmura
mi nombre quemando mis huesos.

Pantera sigilosa te deslizas,
confundidamente oscura,
elegantemente reservada.


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SI METÁFORAS Y ANALOGÍAS
pudieran convertirse en realidad,
como por ejemplo:
Tengo tu corazón en mis manos,
he tocado a la muerte,
te hago el amor cuando beso
tus ojos.
Yo te diría entonces:

Quiero embriagarme de ti
y morirme al día siguiente,
quiero comerte en un respiro
y parirte en un instante,
quiero ser el escalofrío perpetuo
que interrumpe tu memoria.

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EVOCACIONES

Vienen con gran decoro
los recuerdos,
traen antifaces de felicidad
siendo tan sólo una estampida
de tristezas.



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MURMURACIÓN NOCTURNA

Mi sombra me persigue,
me arrastra, me humilla,
me aniquila.
Intento atraparla.
Intento ganarle.
Es el tedio de vivir cada día.
es el tedio de morir cada noche
al dormirme.

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CONGELA EL VIENTO
Mis dedos
Calcinan los recuerdos
Mis huesos

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NO HE PODIDO DECIR TODO AQUELLO
que le provocas a este cuerpo
moribundo, a estas mis manos húmedas,
a estos mis ojos lentos.

Cómo decirte de nuevo que tatuado está
tu nombre en cada una de mis venas,
cómo decirte también que sellado
y hecho fósil tu nombre se ha
quedado en mi cuerpo.

Espero me recuerdes ahora que muero,
muy quedo pero muero.
Espero hables de mí diario a la misma hora.
Espero no aturdirte con todo
el ruido que acecha mi boca.
Espero me invite tu sombra
y tu silencio a una convención
de gritos y visiones.

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AMARILLAS LUCES la señal esperan
Alertas todas
Sigilosas
Murmurando la estrategia
Planeando mi partida



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SOL DE MEDIO DÍA

Hoy yace una tarde fría
lánguida y doliente.
Hay silencio y soledad.

El viento gélido contrae mi útero,
endurece mis senos, vigoriza
mis pezones,
debilita mis palabras.


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NO PUEDES PENSAR EN MÍ SIN SER ROCA,
Sin dejar de vestirme y después
ser un animal errante de la lluvia.

Intento ser aquello que soñé
delante del mar que no conozco todavía.
Anhelo poseer todo lo que se quedó
en mis pies el día de mi muerte.
Mimetizo lo que no puedo tener en la
yema de los ojos y continuo vislumbrándote
llena de mares y de rocas,
hablando cada cual de miradas diferentes.

Lugar sin vientre, sin ombligo,
lugar de ojos y espantos,
lugar sin llanto,
mujer escarabajo.


Símbolo de mujer, de ti mujer:
Equidad mortuoria insatisfecha
de una fugaz llama de bronce.

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CLEMENTE se pierde en la noche para encontrarse en la vigilia de la muerte.
Conocer su nombre no es lo importante, lo esencial es entender lo que busca y no encuentra de la vida, su vida que tal vez sea mi fin.
Pensar Clemente es decirle al abismo letanías, es suspirarle y sonreírle epifanías.
Mujer de pelo largo. Mujer de abandonados senos. Mujer llana y singular. Mujer sorprendente y sorprendida por su suerte.
Clemente, Clemente, Clemente repito cada noche sin querer, Clemente suspiro, Clemente me invento, callada me nombro Clemente. Nombre expulsado del sudor salado de mi frente.


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DESIERTA ERES ANTE UN MUNDO INCIERTO,
Humedad protegida de mi sexo eres,
mentira salada que recorres mis venas,
sueño que soñé al compás de mis reproches,
timidez reflejada al borde del murmullos eres.

Recuerdo antagónico que solda cada hora
mi cuerpo a tu boca,
murmullo impetuoso que mutila mi lengua
reuniendo la demencia al borde de mi luna,
deseo incesante de tenerte impregnada
como huella,
laberinto complejo de arterias
repleto de miradas necias.